jueves, 15 de octubre de 2009

¡Qué oso!

En los lejanos tiempos, cuando Popayán no llegaba a los cincuenta mil habitantes, cuando la televisión no se había inventado y las calles empedradas eran utilizadas por recuas de mulas, llegó un circo pobre, chiquito y con un oso de tetero, mejor dicho un osito. El cirquito se instaló en la loma de El Achiral, la misma que ahora se llama “Benito Juárez”. (¡Qúe manía la de nosotros, cambiar los nombres auténticos por personajes intrascendentes! Así pasó con el aeropuerto de Machángara.)  
El circo iba a permanecer una semana, en tránsito para Cali, pero le fue tan bien que estuvo dos meses, siempre con lleno completo. Al fin se fue y llegó a Cali el circo pobre, que había dejado de serlo, y allá se encontró con un circo mayor que no sabía que Popayán existía. Enterado el mayor del éxito de su emulito, pegó para estas tierras y se instaló en El Achiral en pleno verano de agosto. Apenas templó la carpa se la llevó un chiflón de viento el macho; los artistas, payasos y animales, entre ellos un oso grande de verdad, quedaron a la intemperie mientras rehacían la carpa; con el frío de la noche los artistas y animales se enfermaron y al oso le salió chande. Ante estas contingencias el circo volvió a Cali sin hacer ninguna presentación.  
Preguntado el maestro Valencia por estos acontecimientos tan diametralmente opuestos resolvió el asunto con una sentencia:

-Popayán no aguanta oso grande.

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