sábado, 25 de julio de 2009

Respuesta imprevista

Le pregunté, capcioso, a Pablito, sobrino de cinco años de edad:

-Pablo, ¿a vos te gusta la leche de vaca o la de toro?

El pequeño travieso, miró para todos lados, se rascó la cabeza y respondió:

-¡La Alquería!

miércoles, 22 de julio de 2009

Pensionada retirada

(Primero, se debe aclarar que Apencom es la Asociación de pensionados de las comunicaciones de Colombia.)

-Leyda, ¿usted por qué se retiró de Apencom?.

-Porque siempre invitan a velorios y entierros, y nunca a fiestas.

lunes, 20 de julio de 2009

Poeta de otras lenguas

Carlos López Narváez

Carlos López Narváez junto a Rafael Maya, inició esa generación luminosa de poetas nacionales de la cual hicieron parte, Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez, Jorge Rojas y otros. Nació en Popayán en 1897, hijo de un telegrafista y de una dama de agudo ingenio; fue discípulo y confidente del maestro Guillermo Valencia con quien compartió las mismas aficiones por los parnasianos y los simbolistas franceses.

Traductor de los modernistas, se destacó por la fidelidad poética en todas sus traducciones, apartándose del común conocedor de la lengua original que olvida el sentido poético del autor. Su obra fue escasa pero bastó para no olvidarlo como al delineador sicológico de sus personajes. Así lo vemos en la Pequeña elegía de Mario Paredes:

Mejor que no volvieras, si volvías

sin vigor ni hermosura,

sin tu jovial esencia…

Mejor, que no devuelto

con ternura de nieve

ni claridad de lagos;

mejor que haberte visto

-Caballero del Greco-

sobre la tela triste de la carne,

dentro del marco de los huesos;

mejor que ese retorno

trunco de tu presencia,

tu lejanía se borró de pronto

y se rompió tu ausencia.

Es casi una norma en la Popayán del siglo veinte que los poetas antes de consagrarse como cultores del idioma Cervantino, se ataviaran de leyes. Carlos López Narváez no fue la excepción y alcanzó el título otorgado por la Universidad del Cauca de doctor en Derecho y Ciencias Políticas. Dirigió, en 1921, la revista Ariel y colaboró con casi todos los periódicos literarios del país. Se radicó en la fría Bogotá donde aclimató su breve poesía y consolidó el oficio de la traducción. De esta época es el soneto

Adoración

Una flor no ha traído jamás la primavera

digna de la argentada noche de tu cabello,

y que en blanda agonía, cercana de tu cuello

bajo el tibio perfume de tu aliento muriera.

Ni seda se ha tejido por mágica hilandera,

ni tul, ni encaje dignos de velar el destello

de tus brazos, tus hombros, tu flanco, donde el sello

de su gracia dejaron la diosa y la quimera.

Aún no fue tallada la copa diamantina

que de la vid colmada con la sangre divina

merezca de tus labios la sapiente dulzura.

No hay palmas ni vellones, damascos, ni tapices

dignos de que en su felpa desnuda te deslices…

Ni sé que amor exista digno de tu hermosura.

Las obras que destacan a Carlos López Narváez son: Las versiones: La voz en el eco, Las letanías de la virgen, por Armando Godoy; El cielo en el río y Miguel de Mañara de Milosz. Agrupó sus poesías originales en un tomo titulado Cartas a una sombra y también publicó el libro Putumayo, Diario de guerra.

Veamos otro texto suyo que engalana uno de sus libros ahora enclaustrado en las bibliotecas especializadas.

MERIDIANO

Ella está allí, de pie, sobre mis párpados
desplegada la noche de su pelo;
Ella tiene la forma de mis manos;
Ella tiene el color de mi desvelo.

Y se sume en la huella de mis pasos
lo mismo que una piedra contra el cielo.

Como abiertos están siempre sus ojos
a los míos la noche llega en vano;
y si sueña en la luz, soles remotos
cruzan de su presencia el meridiano.

Bahías sosegadas, mares broncos,
mi alma es sólo su rumor lejano.

Su obra, aunque breve, fue significativa y contribuyó a ubicar a la Popayán de principios del siglo veinte como prolífica partera de hombres de letras, en especial cultores excelsos de la poesía romántica. Su mayor mérito lo dieron sus traducciones del francés, inglés y alemán, idiomas que conoció por su trayectoria de diplomático de carrera en un extenso periplo de su vida.

Otro ejemplo de construcción romántica es su poema

En azul

Azul como el delirio, azul como la hora

en que cruza tu sombra mi fiebre desvelada;

azul como el más bello cuento de Scherezada,

azul como la noche de una leyenda mora;

Azul como la llama convulsa que devora

las mirras embrujantes de la orgía sagrada,

parece que de todo lo azul fuera formada

la veste que te ciñe sensual y triunfadora.

De cálidas neblinas irisan un paisaje

Fugaz y caprichoso los visos de tu traje;

el aire entre sus pliegues tornasola suspiros…

Y bajo la tormenta que aviva el sortilegio,

Tu cuerpo resplandece, desnudo, lácteo, egregio

Prisionero de un móvil palacio de zafiros.

Carlos López Narváez, falleció en Bogotá, rodeado del total afecto de su familia, en 1971, a los 74 años de edad.

sábado, 18 de julio de 2009

Piruetas de "El gato"

Hoy 15 de julio de 2009, en la conferencia dictada por el doctor Carlos Gaviria Díaz en el Paraninfo de la Universidad del Cauca, al final, intervino “El gato”, quien hizo unos cuestionamientos partidistas así:

“Lo felicito don Gaviria; usted sabe mucho. Los que me conocen me han visto en el parque Caldas denunciando la corrupción y la politiquería, porque “la voz del pueblo es la voz de Dios”. Pero yo quiero saber por qué se aguantan a ese Dussán en el Polo, si ese tipo es de la derecha; si es por los votos que tiene en Bogotá, pues nosotros podemos poner más votos acá. ¿Cómo así que ese Lucho Garzón es fórmula vicepresidencial del señor Germán Vargas Lleras? ¡Y qué tal ese Fajardo que anda de pata al suelo recogiendo firmas para la presidencia cuando es amigo de los paramilitares! ¿Y cómo así que el Polo se llama Polo Democrático Alternativo?, debería llamarse Polo Socialista y ya”.

El doctor Gaviria no respondió estos interrogantes por tratarse de preguntas partidistas y no académicas.

A la salida, felicité a “El gato” por su actuación irreverente y lo reprendí amigablemente con una apreciación:

-Lo único que no me gustó fue la primera parte, donde dijiste que “la voz del pueblo es la voz de Dios”, porque yo no creo en Dios.

“El gato”, de inmediato respondió como buen político:

-No, ¡si yo tampoco! Lo que pasa es que hay que hacer como Chávez, que en una mano tiene la Constitución y en la otra la Biblia, para que no se le vengan los curas encima.

martes, 14 de julio de 2009

¡Nada de licor!

En uno de nuestros encuentros melómanos, quedamos con Carlos “Talego” Ramírez de reunirnos un viernes para grabar unos tangos que había traído de Argentina; entonces le propuse el aderezo etílico:

-¿Llevo un caneco o así no más?

-Te respondo con el nombre de un cantor de boleros: Yo, ni al vino.

viernes, 10 de julio de 2009

Un poeta olvidado.

José Ignacio Bustamante

En su libro La poesía en Popayán, José Ignacio Bustamante expresa que nació de Popayán, en cualquier lugar del mundo, en el año 1906, lo cual quiere decir que en el 2006 se cumplieron cien años de su natalicio que no se celebraron en la villa procera, porque ahora son más importantes los políticos inútiles que los poetas de trascendencia humana. Es como recordar a los verdugos y olvidar a los cantores de la vida; así somos. José Ignacio Bustamante fue poeta, cuando ese arte era coronado por laureles de gloria, reconocido en la Popayán del humanismo, admirado en la Colombia de la esperanza. Hoy, la ciudad de la poesía ha olvidado a sus poetas y la Colombia de la incertidumbre, gesticula peyorativa por los bardos que la engrandecieron.

Sin embargo ahí está su poesía, eterna, fija en el tiempo, como ese trozo lírico que se llama Todavía es tiempo y mantiene vigente la juventud, así:

¡Todavía es tiempo, amiga!

Aún en la carne insurge, fugaz, la primavera.

Todavía de tus ojos no se ha fugado el alba.

Aún florecen las rosas en tus senos maduros.

Todavía en las cenizas duerme un calor de otoño.

Aún alegra tus labios un beso no ofrecido.

¡Todavía es tiempo, amiga!

José Ignacio Bustamante, conoció las primeras letras en una escuela de Paniquitá (ese cualquier lugar del mundo), Municipio de Totoró, e inició la secundaria en la normal del pueblo; pero como pasa en este país, se cerró la normal, como muchas en el territorio colombiano, para paliar un déficit propiciado por nuestra guerra interminable no declarada. Esto obligó a José Ignacio, a terminar sus estudios secundarios en el Liceo de la Universidad del Cauca en 1928. Allí, también adelantó estudios de Derecho y Ciencias Políticas.

Fue un cultor exquisito de la poesía que primaba en su época; escribió los libros La poesía en Popayán, que abarca un amplio periodo, desde 1536 hasta 1954; Estampas de provincia y Temas universitarios. Su mayor despliegue poético lo hizo en las revistas internacionales Claridad, de Argentina; El sol, de México; Cúspide y Rumbos nuevos, de Cuba; Rieles, de Ecuador. En Colombia difundieron sus versos las revistas Universidad, de Germán Arciniegas; Pan, de Bogotá; Atalaya, de Manizales; Proa y Generación, de Medellín.

José Ignacio Bustamante le escribió a la familia, a la muerte, a la vida, a la ausencia y al regreso. En un breve poema ansía el regreso de la amada:

Ha de volver

¡Ha de volver, oh corazón!

Puede ser una tarde en que las rosas

se mueran de ser blancas y la luna

sonría en los pinos dulcemente triste.

Puede ser una noche en que el silencio

dialogue con las hojas, y la brisa

se perfume de nardos y jazmines.

O una mañana de estivales oros

cuando madruguen a morir las rosas

y el vago azul celeste, ultramarino,

se pierda en la difusa lejanía.

Su actuación pública dice que fue Director de la Biblioteca del Centenario hasta 1930; secretario privado de la gobernación del Cauca bajo las administraciones de Carlos M. Simonds, Hernando Arboleda Restrepo, Gabriel Caicedo Arroyo y Alfredo Navia; Inspector Nacional de Educación en los departamentos de Cauca y Valle; Director de Educación Pública y Rector encargado de la Universidad del Cauca; Vicerrector y Director de Extensión Cultural y Jefe de Relaciones Públicas de la misma Universidad.

De sus Poemas de la muerte extractamos estos versos drásticos que invitan a vivir a pesar del despido eterno:

Hondo suspirar de la carne

que teme reintegrarse al limo amargo,

y devolver su ser fecundo

a la segura entraña terrestre,

a la fecunda entraña primordial.

Hondo sentir y honda incertidumbre

de perder el sol para siempre,

cuando nuestros ojos se apaguen

sobre la última ceja de luz

y el último lucero de la tarde.

Mas, qué importa, ¡oh misterio!

si en innúmeras bocas

la vida sonríe y canta,

se agita y ama en corazones tántos!

si el Hombre continua siendo el Hombre;

si en el jardín la rosa será siempre la rosa;

si el árbol se renueva para siempre;

si en la semilla duerme el ángel de las resurrecciones;

si la creación eterna no se detiene nunca;

si mil cunas sonríen, blancas y alegres,

sobre el negro ataúd que se despide!...

Escribió dos novelas cortas con igual título, En el campo, y diferente tratamiento. Por el fuerte sacudón del terremoto de 1983, José Ignacio Bustamante, decidió partir ese mismo año hacia donde no importan los símbolos del reconocimiento, como lo dice en uno de sus poemas:

Al límite del tiempo, la losa,

la piedra pasajera también

y fría como la muerte.

La piedra donde el Olvido

escribe algunas cifras y algún nombre.

La piedra que tampoco perdura como símbolo,

porque otros nombres y otras fechas

se grabarán en ella indefinidamente!