jueves, 25 de abril de 2013

En la FILBO


Este fin de semana estaré en la XXVI Feria Internacional del Libro de Bogotá.

No había vuelto porque la feria se había convertido en tribuna de la derecha; los conferencistas, panelistas y presentadores se explayaban en contra de políticas sociales de gobiernos vecinos. La literatura y el pensamiento nuevo, estaban proscritos.

Espero que esta feria sea diferente.

Cuando digo que la feria había extraviado su razón de ser, me apoyo en dos ejemplos de la XXII versión, donde un señor, Enrique Krauze, ahogado en incienso por la caverna colombiana, fungía como agitador propagandista del imperio más cercano que tenemos. Este señor, en coro con Armando Montenegro y la periodista María Jimena Duzán, considerábanse dignos de ascender al Olimpo del oscurantismo. Antes de presenciar el inevitable ascenso, me retiré del recinto. Afuera pude respirar un aire de renovación, emanado por una señora que dijo la frase más inteligente de esa feria: No hay nada digno de escuchar.  

Por accidente, llegué a otro salón donde se disertaba sobre la novela sicaresca. Me atrajo el título por similitud con novela picaresca; entonces supe que se trataba de la novela que exalta la actividad de los sicarios. ¡Hasta dónde hemos llegado! Ahora hacemos en literatura lo mismo que hacen los gringos en cine, vale decir, exaltar a superhéroes a quienes matan por contrato.

Estaba hablando un señor, Alonso Salazar, que lo único rescatable que planteó fue: “Me encontré en una comuna de Medellín a un sicario que me dijo: yo quiero pertenecer al F2. Cuando le pregunté para qué quería pertenecer al F2, me dijo, para matar a lo legal”.

Sobran comentarios.

viernes, 19 de abril de 2013

Cultas flatulencias


Asistía un destacado escritor a una asamblea de burócratas de la cultura y tomó asiento junto a una dama encopetada y arrogante.

Por esos descuidos espontáneos del cuerpo humano, el escritor soltó un pedo silencioso y oloroso. Cuando el aroma acarició las delicadas fosas nasales de la señora, ésta volteó hacia el vecino con agresiva expresión inquisidora. 

Entonces, sonriente, el escritor justificó el pequeño desastre diciendo:

-Despreocúpese, mi señora, diré que fui yo.

lunes, 15 de abril de 2013

Lapsus irónico


Un detalle desconocido de la historia deja exento de culpa al presidente Guillermo León Valencia (1962-1966) y, además de excusarlo como imprudente y despistado, lo eleva a la categoría de genio de la ironía política.

El detalle lo conocieron unos pocos íntimos del gobierno de entonces, que callaron por expresa orden del mandatario colombiano para evitar tropiezos diplomáticos. Lo vine a conocer la semana pasada y así lo cuento:

En la recepción de palacio al General Charles de Gaulle, quien como presidente de Francia visitaba a Colombia en esos maravillosos años sesenta del siglo veinte, el presidente Valencia a la hora del brindis pronunció su memorable frase: ¡Viva España!

La razón de por qué Valencia cometió este lapsus, está explicada por un traductor de Palacio, quien acompañó al presidente colombiano a recibir en el aeropuerto de Bogotá al mandatario francés, y escuchó cuando éste dijo: ¡Me siento muy complacido de estar en Caracas!

sábado, 6 de abril de 2013

¿Me bajo del caballo o sigo?


En los tiempos que se estilaba la existencia de inspectores de policía en los corregimientos de Colombia, sucedió que Floresmilo, dada su afición a las bebidas espirituosas, ejercía el cargo permanentemente borracho.

El alcalde de Almaguer, Cauca, ante la imposibilidad de destituirlo, se dio a la tarea de aburrirlo para que voluntariamente renunciara. Comenzó con un telegrama:

POR RESOLUCIÓN NUMERO TAL EL ALCALDE ORDENA SU TRASLADO PARA GUACHICONO PUNTO SÍRVASE TOMAR POSESIÓN PUNTO

Arrancó Floresmilo para Guachicono. Cuando llegó allí se encontró con otro telegrama similar que ordenaba su traslado para Caquiona. Una vez en Caquiona el telegrafista le entregó el telegrama que lo trasladaba para EL Tablón.

Iba camino, en mula, para El Tablón, cuando el telegrafista de Almaguer, amigo de farras, le invitó a un trago. En principio Floresmilo se negó, pero pudo más el placer atrasado y acordó con Primo Rúrico, quien invitaba, antes de sentarse a libar, poner un telegrama al alcalde que decía:

¿ME DESMONTO O SIGO?    

lunes, 1 de abril de 2013

La penitencia


En el confesionario, la niña recién despertada a los riesgos del amor se confesaba:

-Acúsome, padre, que he pecado.

-¿Qué pecados has cometido, ¡oh! mi niña?

-Padre, ¡me he enamorado!

-Hija mía, eso no es pecado. Si hasta Jesús predicó el amor entre los seres humanos.

-Padre, el problema es que me he enamorado de usted. ¿Tengo salvación?

-Eso es otra cosa, veamos: hoy tengo 25 bautizos, 15 matrimonios y 10 entierros. Bueno, por hoy te salvas, pero mañana ¡ni de fundas!