Hay, en Colombia, un escritor de valiosos pergaminos. Su irreverencia con la clase política es agresiva y recurrente, cosecha auditorios por la afinidad de sus críticas con la impotencia de los electores adversos. También la Iglesia cae bajo su demoledora prosa, enriquecida con pasajes de la Historia, que nos deja ver el engendro del mal en cada plegaria invocada al bien. Su lugar de excelencia en las letras latinoamericanas, le otorga autoridad para ser hiriente y grotesco con lo que no le gusta. Y le gusta muy poco: el sexo y los perros. No voy a traspasar su intimidad para referirme a él, sería la peor de las estrategias para afrontar un encuentro con un personaje acostumbrado a juzgar y condenar con la misma facilidad con que lo hacían los inquisidores católicos. El encuentro al que me dispongo a acudir, es el de las posturas y disquisiciones; allí no hay agresión sino fundamento. Si furtivamente aparece la ironía es para adornar el concepto, no para atropellar al invitado.
Que Antioquia, hoy, no tiene cultura a la cima de Tomás Carrasquilla, Porfirio Barba Jacob y Fernando González, sus mentores, lo dice nuestro escritor apergaminado para descalificar, por ejemplo, a un Carlos Gaviria, verdadero arquetipo de la decencia intelectual. Que éste gane un dinero, correspondiente a su calidad profesional, al tiempo que fija su posición frente a la pobreza como político emergente, es el clásico argumento que condena a un socialista a morirse de hambre en un país capitalista, si de veras es consecuente con su posición política. Aquí, a nuestro escritor, le falló la analogía. Desconoce las conferencias, charlas y escritos, por quien ahora es el obligado referente antioqueño de honradez intelectual. Y no es el único.
Que en Colombia no hay literatura de valor, según nuestro invitado, es porque desconoce los escritos y escritores que en otros países han valorado excelsos libreros, críticos y editoriales y aún más, lectores. Y peor todavía, desconoce lo que se escribe y no se publica (o se publica hasta donde alcance el vil metal) por jóvenes desapadrinados que, inclusive en su Medellín, están abriendo el camino que no es el de la sátira ni el chiste fácil, sino la conquista de la razón despojada de atavismos religiosos y prejuicios ideológicos. Por eso no se publican masivamente. Pero ya veremos en unos años la fuerza de irrupción en la literatura nacional de nuevos talentos, que dejarán debajo de la historia a pensadores claudicantes con el actual sistema político. No se necesita llegar a viejo para ser rebelde.
Es acertado decir que la soberbia es mala consejera y nuestro contertulio, (que además de buen escritor, es escuchado) ahora quiere erigirse en la conciencia de un país que no la tiene. Le recuerdo que hace dos años planteó una solución (algo que nunca hacen los columnistas de nuestra prensa, eso de recetar remedios) para extirpar el dolor de patria, y fue renunciar a la ciudadanía colombiana. Como planteamiento comercial fue rendidor, como rasgo de carácter falló y, antes bien, le otorgó el derecho de vilipendiar a sus conciudadanos (colombianos) sin reconocer que las mayorías están lejos de ser cohonestadoras del actual estado de cosas, incluidas las políticas. (Por favor, cuente a los abstencionistas de nuestra cacareada democracia.)
También los inquisidores deben tener buena memoria para evitar un juzgamiento con sindicaciones que devuelvan la condena hacia el verdugo.
1 comentario:
Estar por fuera no es disculpa, desconocer el citado, si yo un poco leyera, mas bien informado estuviera, pero mi compromiso es saber por el mismo medio este enviado, descubrir el letrado que desconoce el pais, donde su vida la madre le ha dado o sera por que ahora es autoexpatriado solo lee el comentario del periodista arrodillado
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