Tengo la admiración normal por los jóvenes, en especial por los inquietos intelectuales.
En cuatro entregas, daré a conocer un texto de la joven estudiante de Licenciatura en Español y Literatura de la Universidad del Cauca, Alba María Sánchez. Este texto fue ponencia en el seminario Literaturas marginales realizado entre el 21 y 22 de octubre de 2009, en el auditorio del Banco de la República en Popayán y se titula Los restos del vellocino de oro, una novela marginal.
Primera parte.
Los restos del vellocino de oro (2008), del escritor afro descendiente, Alfredo Vanín Romero, (1950) específicamente de Saija en cercanías del municipio de Timbiquí se inserta en la marginalidad por el tema que propone. Hablar de marginalidad se torna ambiguo ya que el concepto es muy amplio, para el desarrollo me encaminaré por pensar lo marginal no solamente como el aislamiento y el no reconocimiento, en mi opinión lo marginal lleva consigo ese hecho de plantear temas vedados, con un enfoque crítico y no reconocidos por la cultura oficial, es ubicarse en el otro lado de la moneda; de esta manera temas como por ejemplo el de la violencia en nuestro país ya no va a tener una sola mirada. Es decir que ya no hay buenos y malos sino que se relativiza aquella verdad establecida como única por la voz oficial. La marginalidad es una alternativa para entender el destino del mundo dado y sus conflictivas fuerzas.
Los restos del vellocino de oro muestra la problemática de un lugar, en este caso “Isla Pájaro”, en donde se desarrolla una serie de conflictos, una pugna entre la vida y la muerte; la celebración y la precariedad. Los personajes se encuentran en una constante huida de los sicarios o “polizones”, que quizás representan al paramilitarismo que tiene invadido a este país. “Justo ahora, reaparecerán los uniformados con el hombre de civil a quien la membresía llama el alemán debido a sus cabellos monos y a sus ojos verdes, pero en realidad nacido en las tierras hacia donde se marcharía Telma” (A. Vanín, 2008:101). Por otro lado, está el goce, el disfrute de las verbenas, una de las tradiciones del pueblo, dentro de los límites que la pobreza permite.
Se evidencia una imagen del hombre que está en constante huida, Santiago al igual que sus amigos viven de refugio en refugio, sin saber en qué momento van a ser encontrados por los polizones, como ellos los llaman; es una permanente lucha por salvar sus vidas, “Haré con Santiago, si lo encuentro, una expedición que borre todo rastro de nosotros en este mundo de policías que nos persiguen hasta en el sanitario.” (A. Vanín, 2008:12).
La preocupación por ser encontrados no radica totalmente en el hecho de morir, puesto que de cierta manera en la novela hay un canto a la muerte; es más un temor al silencio, es la autoconciencia producto del ser de cada uno, de cada jasón; es un grito de protesta para no continuar en ese mismo cauce de indiferencia y marginalidad; un deseo de no continuar más siendo pasivos ante el sometimiento por parte de quienes manejan el poder, “(…)llenos de mayor incertidumbre tal como uno podía percibirlo en los rumbos que tomaba el país, la ciudad, donde los juegos políticos amenazaban en sus alianzas y manejos y eso, por su puesto, traía aparejo el surgimiento de fuerzas insospechables en defensa de los privilegiados” (A. Vanín, 2008:168).
En cuanto a ese cantarle a la muerte, no es porque esta produzca un efecto de goce o placer en los personajes, todo lo contrario, es un vacío, es nostalgia y desesperanza; que se refleja por medio de la celebración de las verbenas populares, en estas se convoca a un encuentro más, a la unión de aquellos amigos a quienes los ata una causa de lucha contra la injusticia política: “…los jasones habían aparecido con bombos y retruécanos, cada cual exhibía su lance o lamento, su nostalgia o su propósito nuevo. Vestían camisetas de verbena y dijeron tener la mía reservada para esa noche.” (A. Vanín, 2008:171)
La literatura es un campo que problematiza desde varios contextos: el social, el económico, el cultural, entre otros. La novela de Vanín pone sobre la mesa un problema de carácter social, muestra una ciudad degradada y un héroe problemático y conflictivo. Hay una preocupación por el estado del ser, del individuo inmerso en una sociedad agotada, abatida por la inconsciencia de si misma.
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