En el terremoto del 31 de marzo de 1983 en Popayán, en medio de la tragedia, sucedieron hechos anecdóticos graciosos, que en su momento no revestían tal carácter, y que ahora sirven para paliar el dolor. El impresionante sacudón de tierra causó la destrucción de varias viviendas y edificios y quedaron sepultadas varias personas. Un periodista que cubría la noticia, más nervioso que un resorte recién aflojado, encima del susto por el movimiento telúrico, se vio sorprendido ante el cambio intempestivo de la emisora y se dio a la tarea de improvisar:
“Tenemos un número indeterminado de muertos, pero a medida que las autoridades hagan el rescate, muerto que vayan sacando, muerto que vamos entrevistando.”
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