Literatura marginal.

Ponencia presentada por Alba María Sánchez, estudiante de tesis en Licenciatura en Español y Literatura de la Universidad del Cauca en el seminario Literaturas marginales realizado entre el 21 y 22 de octubre de 2009, en el auditorio del Banco de la República en Popayán, Colombia, que se titula Los restos del vellocino de oro, una novela marginal.

Tercera parte.

La oralidad es un elemento muy importante que está dentro de la obra; como bien sabemos esto hace la tradición y la cultura, por ende marca una identidad. “Isla pájaro” se caracteriza por una serie de costumbres, al igual que de fuertes sucesos. Las verbenas son muy significativas dentro de su contexto, en ese encuentro puede suceder de todo, pero ahí se reúne toda la población para una celebración que caracteriza el lugar, igualmente están las fritangas callejeras que convoca a personas de toda clase para deleitar el sabor de la calle.

“Razón teníamos en apurarnos por llegar a la congregación de las frituras de la calle ciega; siempre era mejor llegar temprano (…) Teníamos sobrada razón digo, porque las mejores presas eran objeto de persecución calculadas por quienes decían tener prisa y querían probar antes que nadie los deleites callejeros de las carnes montunas. Emergían de las oficinas y de los almacenes, rodeaban la improvisada caseta, acostumbrados a no encontrar allí un banco”. (A. Vanín, 2008:15)

La violencia es un componente más que hay en la novela y es narrado de una forma nostálgica y desconcertante, pues ahí refleja el desequilibrio de aquella región de Colombia, los hechos macabros, las muertes inexplicables, son sucesos que causan heridas, que marcan al ser, y al mismo tiempo queda grabado en el inconsciente de cada uno. Se escribe para no olvidar, para tener presente cual es nuestro origen y de alguna manera justifica el ser y hacer de cada uno, pues Vanín plasma todos estos aconteceres que marcan y señalan a la costa pacífica como un pueblo, que a pesar de ser tan rico, es tan pobre. Se narra hechos que dejan huella y que nunca se olvidarán, así como no se olvida los grandes mitos que nos rigen.

“Santiago se había asomado por encima de las voces airadas a gritar que la revolución estaba en marcha desde ese momento y que la muerte de los estudiantes, hijos del puerto asesinados por los guardas del muelle no iba a quedar impune . Ellos no eran delincuentes, sólo se rebuscaban el sustento diario y se ayudaban para sus estudios secundarios (…) los uniformados, interioranos asesinos de jóvenes porteños, como les gritaban, fueron arrastrados a los balcones de sus apartamentos, luego arrojados contra el pavimento antiguo (…) y recibidos allá abajo (…) la ira tenía nombre de destrucción total. Primero habían hecho encerrar a niños, señoras de casa y empleadas para que no presenciaran el espectáculo de los cuerpos rociados de líquido volátil que les hizo saber a los desdichados guardias, por anticipado, y con sobrado horror, la suerte inmediata”. (A. Vanín, 2008: 111-112).

El hacer de una población, sus fiestas, costumbres y actos desconcertantes quedan plasmados en la memoria de quien los vive, pero también de quienes luego los escuchan. Una muestra de ello es la oportunidad que nuestro autor nos brinda; son relatos que se transmiten de generación en generación y con el pasar de éstas van quedando en el inconsciente de cada uno.

 De esta manera, la tradición oral se inserta por medio de estos elementos y sobre todo porque las referencias culturales que el texto nos comunica nos conectan con el pasado ancestral de la costa del Pacífico, que aparentemente se ha borrado, pero que sus gentes viven en el diario de su existencia. El autor nos habla de personajes históricos y mitológicos, como el caso de Alí Benkos, el más destacado líder de los negros que venían de África. Esta figura representa la resistencia y también la utopía de vencer la esclavitud, la muerte y el arrasamiento.

“Alí Benkos sin recurrir a discursos subidos de tono, sin verbos embaucadores, tan comunes en un país de políticos de media plaza que habían  convertido la cleptocracia en un hecho inobjetable, como él mismo lo decía. El traía la verdad desde adentro y la verdad viste ropas humildes pero esclarecedoras (…) El hambre, prometía Alí Benkos, sería desterrada de estos dominios a partir de la intervención de la profecía y el reinado de los Grandes Orinchas, en una sola acción, oficiando él como imán y Leo el de los pies inválidos como Alto sacerdote”.

El anterior fragmento, es una manera sutil de hacer una crítica y un llamado a aquellos que detentan el poder, ya que se dedican a hablar mucho y actuar poco, claro está que actuar en beneficio del pueblo, porque realmente sí proceden, pero de qué manera lo hacen es la pregunta, si cada día la precariedad invade más a este territorio.