Intentaba Eduardo Barriobrero exponer su concepto de la realeza inútilmente, sin llegar a convencer, tanto que el presidente del Consejo, máxima instancia legislativa de la Corte Española, le llamó al orden reiteradas veces. Para conseguir su propósito, relató la siguiente anécdota:
-Había en Paris, en una de las principales tiendas de ultramarinos, un queso muy bien presentado debajo de una campana de cristal. El tendero había colocado un cartel muy grande que decía: EL REY DE LOS QUESOS. Hasta ahora vamos bien, señor presidente.
Pasó un sujeto, compró el queso…y al día siguiente entró echando chispas…pero, hombre, ¿qué queso me ha dado usted? Está completamente podrido. No engañe usted así a la gente.
-Yo no engaño a nadie –replicó el tendero–. Fíjese que no dice que es el mejor de los quesos, sino el rey de los quesos, es decir lo más detestable, lo peor de los quesos.
¡O somos o no somos republicanos! –Terminó su intervención Barriobrero–.
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