Se informaba a la reina Cristina de Suecia, en 1649, de la decapitación del rey Carlos de Inglaterra:
Todo el mundo exclamaba:
-¡Cortarle la cabeza! ¡Cortarle la cabeza!
La reina reflexionó:
-No sé de qué os extrañáis, al fin y al cabo no le servía para nada.
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