lunes, 31 de mayo de 2010

Noticia de última hora.

En Caracol Radio, dieron el cambio a un reportero para una información urgente:
-¿Qué sucede a esta hora, Horacio?
-Darío, aquí desde la cárcel del Buen Pastor. Se ha presentado un amotinamiento y le preguntamos al director sobre los hechos y nos dijo que era causado por unas reclusas que están detenidas por diferentes delitos-.

domingo, 30 de mayo de 2010

Importancia reducida.

Un general retirado de la Legión Francesa, en la edad de las recreaciones permanentes, visitó en viaje turístico a Popayán. Su intención, además de conocer a una ciudad muy particular y bella, era saludar al militar más reconocido internacionalmente y el más condecorado de Colombia: El coronel Francisco Caicedo Montúa, oriundo de esta tierra.
En la primera esquina de la villa procera, el turista francés preguntó a un ciudadano –payanés indiferente, como todos– que no tenía el mismo interés del galo ni sabía de la importancia guerrera de su coterráneo:
-Señor, ¿me puede decir dónde vive el coronel Francisco Caicedo, héroe de todas las guerras internacionales?
-¡Ah! ¿”Pacho Medallas”? Él vive ahí, a la vuelta de la esquina.

sábado, 29 de mayo de 2010

La nueva dignidad.

Da grima, por no decir rabia, oír la radio nacional plagada de artistas del micrófono, mujeres que bordean los treinta años –si es que ya no los han desbordado– con voces chillonas de muñecas de quince, que presumen de modernas porque se saben una canción en inglés, pero no la entienden, exaltan su eterna juventud y detestan lo nuestro –según sus patrones de medida– por obsoleto.
Ahora lo moderno en radio es destacar la música –¿música?– que a principios de la era salvaje, nuestros antepasados la chillaban alrededor de una fogata, con tambores monótonos, en un idioma incomprensible que ahora se llama inglés. ¿Dónde queda nuestra verdadera música?
Con motivo de la muerte del insigne compositor Jorge Villamil, verdadero talento nacional de exportación, le preguntaban a una locutora de la cadena Caracol, de las nuevas generaciones –por su voz, más atiplada que violín prestado–, que si conocía la canción Oropel. En su ignorancia, que exhibía como un atributo, contra preguntaba si eso se podía bailar; queda claro que nuestros nuevos comunicadores se dejaron colonizar o, peor, se dejaron amaestrar, cual borregos, en una modernidad que carece de valor auténtico, que niega su propia identidad.
Hoy la música colombiana no se escucha en emisoras privadas, porque los españoles, sus dueños, son los que determinan el gusto de sus oyentes. Y como los españoles hablan como tiple destemplado y piensan como Rockefeller, pues sacrifican el buen gusto en el decir y la trascendencia de la música colombiana –“eso no está de moda”– en función de sus utilidades económicas que arrasan una cultura construida en siglos. En ciertos países de América Latina han asimilado la cumbia colombiana como propia, aquí la hemos extirpado de los medios de comunicación.  En próximos años, los brasileños, los peruanos, los chilenos..., dirán que la cumbia es autóctona de esos pueblos, como ya lo dicen los mexicanos y los argentinos que sí saben valorar y disfrutar lo propio.
Para escuchar música colombiana ahora nos queda la alternativa de asistir al festival del bambuco yucateco, en México; refugiarnos en concursos regionales de música andina, en emisiones radiales nostálgicas de media noche –que sólo escuchan los rateros porque hasta los celadores duermen–, en buses urbanos e interveredales de la costa norte, donde hace explosión el vallenato, en ferias del joropo llanero y en colecciones de discos de acetato, porque ya ni la piratean.
Las jóvenes generaciones de la llamada farándula radial o televisiva destacan el orgullo de ser colombianos, dentro de los estudios; afuera –en la quinta avenida de Nueva York– reniegan de su origen y balbucean un inglés precario cuando ni siquiera aprendieron el español, que de todas maneras es nuestro idioma. Sí, la dignidad no consiste en proclamarla, es sentirla como esencia de nuestro ser. Por eso me inflamé de orgullo cuando un digno profesor de la Universidad del Cauca, historiador certero, para más señas, rechazó el ofrecimiento de unas editoriales gringas que le pidieron autorización para traducir sus libros de historia y política al inglés. Su respuesta fue, “quienes quieran conocer mis libros deben aprender español”; encierra esta posición un carácter poco común que nos reconcilia con nuestros verdaderos compatriotas convencidos de tasar el valor de lo nuestro en términos ajenos al dinero.
Volviendo a la música, da grima tanta ignorancia disfrazada en una condición de efímera juventud. Los llamados DJ hablan como comiendo maduro caliente para posar de una modernidad que es rechazo de nuestros artistas que en otros países reconocen como auténticos embajadores del arte. Vendría bien recomendar a nuestros jóvenes comunicadores la expresión que una empresa caleña tenía a su entrada para recalcar la calidad del producto nacional, cuando se pretendía hacer industria electrónica, antes del ingreso del neoliberalismo como política de Estado: “Si el producto colombiano es malo, entonces usted está mal hecho”.  

viernes, 28 de mayo de 2010

Cuestión de apelativos.

Hace varios años anduvo por aquí una delegada de las Naciones Unidas, quien siempre aparecía en los cocteles y reuniones sociales de todos los estratos, desde el Country Club hasta la Asociación de Recicladores, pasando por la Liga de las Hermanitas de la Buena Fe. Esta señora, española, se llamaba Almudena Mazarraza. No podía faltar el buen humor de los santafereños que, para citarla en sus conversaciones, se refirieran a ella como Almorcemos con Mazamorra.

jueves, 27 de mayo de 2010

Defectos que sirven.

Es común conocimiento que el poeta inglés Pope, era jorobado. Ante la interrogación maligna de un cortesano:
-¿Para qué sirve un hombre tan contrahecho?
Respondió el poeta:
-¡Para hacerte andar derecho!

lunes, 24 de mayo de 2010

Educación y política.

Se celebró el día del educador, en Colombia. En la radio local entrevistaban a un conocido maestro con casi veinte años de actividad. Decía que la educación, antes, era un derecho y ahora es un servicio y, como todo servicio, las relaciones económicas con el Estado son diferentes. Cuando era un derecho –bajo la política liberal social–, el Estado tenía la obligación de subsidiar la educación pública; de ahí que siempre hubiera colegios y universidades destacados por su excelencia académica sin temor a la bancarrota. Ahora, cuando es un servicio –según el régimen del neoliberalismo antisocial, desde César Gaviria hasta nuestros días–, la educación debe pagarse según la calidad de ese servicio; entonces observamos un círculo vicioso: la educación, conforme los nuevos métodos de medida –una vaina que se llama ISO no se qué, que se aplica a las empresas-, no es de buena calidad, luego su paga se reduce; al ser menor el costo de sostenimiento, sigue deteriorándose la calidad de esa educación, hasta su final extinción.
El profesor destacaba la pérdida de garantías laborales de los educadores al ser tratados como partes de un servicio que se trastocó en un negocio, vale decir, trabajadores asalariados, despojados de todo humanismo, que deben producir bachilleres o profesionales como se producen chorizos en cadena. Hasta aquí todo bien, estamos con las observaciones del profesor.

El verdadero fondo de la discusión apareció cuando le preguntaron: ¿Qué hacer?

El educador, después de hilvanar un recuento de las causas del deterioro de la educación en los estudiantes y los profesores, atinó a plantear: seguir en la lucha reivindicativa. Aquí, entonces, aparece un sometimiento, reflejo de la impotencia política. El eminente educador hizo un planteamiento político sobre la educación en Colombia, pero a la hora de citar soluciones se apartó de la política. Está claro que la educación, la salud, la vivienda, el bienestar…, son temas que atañen a la comunidad y por tanto son políticos. La solución es cambiar de política. El educador nunca citó esta posible solución. Nada hacen los educadores reclamando unas reivindicaciones que están lejos de concederse por la concepción política que nos rige: el neoliberalismo, extrema derecha del capitalismo. En cambio, si se adopta una nueva política, donde el individuo sea el Ser Universal, digno de vivir en este planeta, donde la comunidad sea lo más importante, donde la felicidad sea un derecho, donde no haya espacio para las armas, las guerras y los negocios, seguro, los problemas a resolver serían otros, seguramente científicos, probablemente filosóficos, tal vez poéticos, tal vez...
Algunos profesores calificarán estas reflexiones como utopía; convendría recordarles que en el siglo XVIII era utópico el devenir ciudadano sin reyes, hasta que los descabezaron.

domingo, 23 de mayo de 2010

Traviesa naturaleza.

Dos personajes casi masculinos –bueno, es un decir cuando hay duda–que se entrelazaban en afectos amorosos a la vista de incrédulos y puritanos, en pleno parque de la 93 en Bogotá, suspendieron de súbito su artística faena al observar que venía por un andén lateral una mujer bellísima, de contornos de reina universal, de voluptuoso palpitar de pechos, con escasos 19 años y un andar felino que concentraba todos los deseos.
-Felipe –dijo uno de los amorosos floripondios–, ¿ves esa mujer?
-La veo, Julián. ¡Ay! Si hasta me arrepiento de no haber sido lesbiana-.

sábado, 22 de mayo de 2010

El último imperio.

Este mayo de 2010, en visita desagradable a Cartagena –donde, seguro, desarmaron al ejército colombiano para anular sus armas por protección al gringo– el supremo jefe del comando sur de los Estados Unidos se vino con unas declaraciones arrogantes, como corresponde a un alfil del imperio. Esas declaraciones decían que Estados Unidos no teme por ataques militares de los países latinoamericanos; que se pretende acabar con el narcotráfico y el terrorismo.

Cabría preguntarse varias cosas y responderlas ahí mismo:

1.    ¿Qué país de Latinoamérica va a atacar a Estados Unidos?
Ninguno. Acá seremos pobres pero no idiotas.

2.    ¿Por qué razón un país, en inferioridad de condiciones, va a atacar a Estados Unidos?
Por ninguna. Los soldados suicidas los produce Japón y ahora  –por necesidad bélica– Irak y Afganistán.

3.    ¿Por qué Estados Unidos tiene un ejército descomunal, si no va a ser atacado?
Es la razón existencial del imperio someter a la fuerza a los países que se aparten del camino político impuesto por ese imperio. Ya lo demostró en Chile, en forma directa, y recientemente en Honduras, en forma subrepticia. En otras palabras: Los países del patio trasero deben permanecer arrodillados, explotados y subyugados, caso contrario serán sometidos por las armas.

4.     ¿Por qué habla de acabar con el narcotráfico?
Es el pretexto. Pretexto creado por ese imperio que actúa en doble vía: se beneficia de la economía ilegal, que él mismo ha ilegalizado para su provecho, y le facilita la intervención directa en los países cómplices –o no–, a quienes puede sindicar, en cualquier oportunidad política, de narco estados.

5.    ¿Por qué habla de acabar con el terrorismo?
El imperio no quiere competencia. Además, cuando un país  busca su propio destino político y de desarrollo, es atacado por ese imperio y, si se defiende, lo rotula de terrorista. El imperio, como poder supremo, se arroga la facultad de calificar quién es objetivo de su ayuda o de sus bombas, quien es bueno y quién es malo. Crea sus propios enemigos y propicia su destrucción, generalmente persiguiendo objetivos económicos o políticos que lo mantengan vigente como potencia

viernes, 21 de mayo de 2010

Tanto, pero no tanto.

Según las lenguas europeas, alguna vez se pavoneaba Alejandro Dumas, padre, de la importancia de sus obras, hasta que uno de sus ocasionales oyentes exclamó:
-¡Usted es el continuador de Kant!
-No, no. Tampoco llego a tanto. Yo no escribo de filosofía.
-De todas maneras debe reconocer que sus obras son una “Crítica de la razón pura”.

jueves, 20 de mayo de 2010

Literatura marginal (4)

Ponencia presentada por Alba María Sánchez, estudiante de tesis en Licenciatura en Español y Literatura de la Universidad del Cauca en el seminario Literaturas marginales realizado entre el 21 y 22 de octubre de 2009, en el auditorio del Banco de la República en Popayán, Colombia, que se titula Los restos del vellocino de oro, una novela marginal.
Última parte.
La obra en su desarrollo maneja una intriga, la de este grupo de amigos sindicalistas los jasones, junto con Santiago, con su frecuente escape, esconderse aquí y allá para no ser alcanzado por los sicarios y polizones. Luchar por algo justo, por el bienestar humano, ir contra la marea, sin tener algo definido o seguro, la zozobra invade a estos hombres, ya que en cualquier momento van a ser presa o carnada de aquellos que los quieren opacar, hundirlos en el silencio y enterrarlos en el olvido y la distracción. La lucha es la oscura fuerza que los pretende aniquilar y con las instancias de un poder que parece se quedó mal repartido para siempre.
“Lo vi rondar por el parque del Faro, con los ojos puestos en ninguna parte, aunque era evidente que yo era su objetivo y, por medio de mi, Santiago al que había jurado llevarse de este mundo. Por cierto estaba a punto de cumplir su juramento después de una búsqueda implacable. Aunque se hallaba a varios metros de distancia, podía sentir las vibraciones de sus nervios, sus impulsos por volverá oprimir el gatillo, esta vez sobre el cuerpo de un huelguista que se había convertido en la leyenda misma del escondite y la fuga”. (A. Vanín, 2008:7)
La autoconciencia es una característica muy importante en la novela puesto que hay un conocimiento sobre el mundo real que afecta al ser, lo disloca y lo lleva a un punto de una razón que se vuelve irracional, debido a que no se sabe en qué lugar situarse, si aceptar el mundo tal cual es, o mejor, ignorarlo. En este sentido, se vuelve ambigua la autoconciencia, aunque la seguridad verdadera consiste en estar seguros de que existe un reconocimiento por el espacio en que se habita.
Vanín tiene plena conciencia de la función de la literatura, del hacer de este arte; de tal manera que lo emplea como un médium como lo diría Walter Benjamín para conectar un mundo real plasmado en medio de la imaginación, la creatividad y la inteligencia, hacia una sociedad que espera respuestas o a alguien que se pronuncie ante las barbaridades que se cometen día a día en este país y a aquellas regiones más apartadas, olvidadas y vulnerables.
“Los restos del vellocino de oro” se instala en una lógica que además de proponer una lectura estética de la realidad, esgrime un argumento que se relaciona con el compromiso del escritor. La realidad del momento de la producción del arte no simplemente es retratada sino que ofrece una alternativa que apunta a la construcción de un lenguaje estéticamente bello. Ahora, esta belleza no hace alusión a lo “bonito”, es un mirar hacia lo trascendente, lo que es significativo para el espíritu del hombre de este y de cualquier tiempo.
La violencia, la oralidad, la ansiedad de luchar por una justicia que se ve lejos, estar en un estado imparcial, hacen parte de la marginalidad; por lo tanto todo lo planeado hace que la novela de Alfredo Vanín sea marginal. Como ya se propuso anteriormente marginalidad es un concepto muy amplio, en este caso es la escritura del autor y su postura frente a lo que se está planteando y revelar, aquellos acontecimientos que están ocultos pero que ahogan a un pueblo, el de la costa pacífica.
Ahora bien, es muy común que en la nueva narrativa, temas como la violencia, la pobreza, el narcotráfico sean trabajados, pero hay que pensar desde qué perspectiva son asumidos y cómo son desarrollados, si desde una estética literaria o como un ejercicio de narrar sucesos tal cual pasan. Porque ahí radica la importancia de la novela de Vanín, su estructura estética, el goce que causa a la hora de ser leída, es decir que el autor se automargina de la mala moda, que es la gran mayoría de lo que se dice ser la literatura de hoy, para apostarle a una verdadera literatura.
Dejar huella a través de una novela de una manera creativa y a la vez significativa como lo propone Vanín, es de suma importancia para la nueva narrativa colombiana; ya que aporta al conocimiento de la cultura afro y a la de nuestro país en general; del mismo modo que reivindica la tradición de aquellas regiones apartadas y selladas por la desolación. “Su memoria prevalecerá por encima de los siglos, su cadáver seguirá ganando batallas por los siglos, mientras haya injusticias”. (A. Vanín; 2008: 167)
Teniendo en cuenta el anterior planteamiento, considero necesario afirmar que el propósito de la literatura y del arte en líneas generales es la trascendencia, sin importar los códigos estéticos que lo rijan, a fin de cuentas, el arte es uno solo y así es como debemos asumirlo, como una totalidad que se fragmenta y al mismo tiempo se une, por una secreta energía que es la belleza.
Es de suma importancia destacar el trabajo y el desarrollo de la obra de Alfredo Vanín puesto que es un escritor local con estilo personal y recorrido cultural como su escritura lo revela. De igual manera, este mismo hecho de escritura lo circunscribe dentro de un paradigma literario que desde ya debe ser reconocido, me refiero a la importancia de estudiar, apreciar y valorar el talento local, es un llamado a centrar la atención en nuestros artistas, brindar la oportunidad de escuchar lo que quizás está oculto, no debemos cerrar nuestro trabajo de lectores y estudiosos sólo al canon.

“Sé desde siempre que toda condena tiene sus desquites, aún no hemos asentado nuestros símbolos. El cielo en cambio se despeja, el amanecer se viene encima con presagios que deberían llenarme de espanto. Me queda muy poco tiempo. El tiempo es una bomba de tiempo , para todos”. (A. Vanín; 2008:140)

miércoles, 19 de mayo de 2010

Sin tiempo para cazar.

En Paletará, una empinada planicie de la cordillera central en el departamento del Cauca, con frailejón, ovejas, vacas y perros peludos, como corresponde a los páramos de más de tres mil metros de altura, Guillermo León Valencia, el presidente de Colombia entre 1962 y 1966, cazaba lo que le permitía su tiempo libre:  patos.
A la cacería lo acompañaba su mayordomo, un indio cerrado por dentro y por fuera a todo asomo de progreso; para éste la radio no existía y los periódicos servían para envolver panela, cuando no había cincho. En este escenario, el indio mandón, de otros más indios, preguntó al patrón:
-Oiga doctor: Usted ya casi no viene por acá, como antes, a cazar patos y pescar trucha. ¿Ahora, qué es lo que hace?
-Pues yo ahora estoy muy ocupado, Gurrute, porque soy el presidente de Colombia.
-¡No me diga doctor! ¿Y cómo hizo p´a conseguirse esa coloca tan buena?

martes, 18 de mayo de 2010

Sobre educación.

Este no es el siglo del conocimiento, este es el siglo de la información.  Hay una gran diferencia: la información –acumulación de conocimientos del pasado–, ahora, es muy fácil conseguirla, está en las bibliotecas, en los libros, en las revistas, en los periódicos, en la red Internet; el conocimiento es el procesamiento de esa información. En palabras coloquiales, conocimiento es lo que uno hace con la información. Claro que es una extensión de teoría-práctica-teoría, que encierra, en ciclos, el proceso del conocimiento.
Los jóvenes actuales tienen una gran ventaja sobre las anteriores generaciones, tienen la información expedita que podría cambiar el rumbo del sistema educativo si la utilizan adecuadamente. Hacia el futuro inmediato se volverá obligatorio reconocer a los autodidactas como profesionales de cualquier disciplina científica o artística. Las universidades serían las encargadas de valorar y refrendar ese conocimiento que podría desbordar al de sus propios egresados; además, tendría la obligación de ejecutar una permanente actualización de las disciplinas de sus titulados, donde quiera que se encuentren. Tendríamos profesionales de un talento mayor, y muy actualizados; nuevos procedimientos y nuevas teorías que muy fácilmente se podrían comprobar sin arriesgar la vida o lo establecido por la naturaleza. Contra toda imposición, se podría transformar una sociedad en corto tiempo; algo impensable en los procesos sociales del pasado, que duraban siglos.
Para que lo anterior se dé, es necesaria una actitud constructiva de la juventud, un ímpetu innovador. No esa actitud displicente que me tocó vivir, con profesionales duchos en la ciencia que aprendieron y alejados del entorno que los explota, amparados en un arraigo mental equivocado: “Yo de administración, no sé”. “Yo de política, no quiero saber”. “Para mí es igual un político, un filósofo, un gerente o un administrador”. Cuando estos profesionales llegaron a ejercer en ese contexto social no podían ascender, porque no sabían de administración; no pudieron hacer empresa, porque los arrolló una política de Estado; no pudieron diversificarse, porque detentaban apenas una alternativa. Se volvió obligatorio arrinconarse con un mísero sueldo de cada tres meses –que niega las prestaciones de Ley–, resignarse a no tener una pensión de vejez –“yo todavía estoy joven para pensar en pensión”– y afrontar una incertidumbre que se acrecienta con el paso de los años. Los pocos que se salvaron de esta generación están en el exterior, en países donde rige otra política, con énfasis social.

Sí, estamos en el siglo de la información y si se aprovecha bien, por nuestra juventud, llegaremos rápidamente al conocimiento transformador. Entonces podríamos decir que la Humanidad de este continente tiene futuro.

domingo, 16 de mayo de 2010

Recomendación médica.

Un médico recomendaba a Fonteneuve:
-Debes dejar de tomar café porque es un veneno lento.
A lo cual repuso el vicioso cafetero:
-Muy lento debe ser porque hace ochenta años que lo tomo.

sábado, 15 de mayo de 2010

Vocación aplazada.

Lo dijo Adriana Rúa, gerente del Banco de la República en Popayán:
-Yo escribía; bastó que me metiera en un taller de creación literaria, donde era más importante leer que escribir, para que dejara de hacerlo.

viernes, 14 de mayo de 2010

De candidato visionario, a presidente retardatario.

“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, nos dijo alguna vez un político de quien prefiero olvidar su nombre.  Una cosa es aspirar al poder y otra, ejercerlo. Veamos un ejemplo, de los muchos que hay en la galería del absurdo que es la política colombiana, para comprobar que los discursos (y acciones) son diferentes de cuando se es opositor o candidato presidencial a cuando se es presidente.
Nosotros tuvimos un presidente que nos prometió que en su mandato seríamos el “Japón de Suramérica”; ya en el poder asumió “El mandato claro”, como eslogan; al final quedamos con una economía en ruinas. Lo dicen los documentos; aquí, tenemos unas breves referencias:

Aparte del discurso pronunciado por Alfonso López Michelsen –fuerte opositor al Frente Nacional–  en 1959 a los estudiantes de la Universidad Nacional:
“En Colombia, forzoso es reconocerlo, no se planeó en forma alguna la industrialización teniendo a la vista la realidad nacional, con problemas tales como el de que nuestra única fuente de ingresos en dólares acaba por ser el café, cuyas posibilidades de expansión están siempre limitadas por el volumen de la producción y los precios internacionales del grano. A la loca se formaron nuevas industrias gracias al subsidio que por muchos años consistió en que los dólares suministrados para ese objeto podían adquirirse al 2.50 a tiempo que los destinados a otras finalidades sólo podían obtenerse al cuatro, al cinco y hasta el siete.  Se fomentó de esta manera indiscriminadamente y sin ningún plan preconcebido la industrialización hasta llegar a la extraordinaria paradoja, para los que no entendían el fenómeno, de que el aparato industrial que se había montado con la teoría de que iba a servir para ahorrar divisas acabó por convertirse en el devorador más grande de las mismas, porque creaba de paso, en nuevos sectores, una insospechada capacidad de compra para artículos que no se producen en el país”.

Tomado del libro “Premonición sobre las horas actuales. La mascarada del frente nacional”, de Indalecio Liévano Aguirre. Primera edición 2007, pag. 101.


Texto escrito por Rogelio Villamizar Jaramillo en 1993, en su libro “Cómo nos gobiernan en Colombia”:
“Cuando a (Alfonso) López (Michelsen) le critican su benevolencia ante estas actividades (el contrabando y la exportación de marihuana) contesta en Valledupar que aquella gente es su amiga y así se da comienzo a una escalada contrabandista de incalculables proporciones, la cual continuó ensanchándose y tomando por los más variados caminos hasta llevarnos a las consecuencias que hoy vivimos.  Por lo demás su papel frente a la producción fue negativo.  No vaciló en crear el primer impuesto a las ventas a la topa tolondra al gravar toda la importación de materias primas con el 15% y absurdamente el 6% para el producto terminado que se importara.  Hace su propia apertura al frente del Incomex un economista que se dedica a liberar y liberar las posiciones de arancel, sin ninguna orientación definida, sin ninguna técnica porque ni siquiera lo hacía por sectores sino por páginas, en un acto de increíble irresponsabilidad que convirtió la vida de la producción en un caos. El productor pagaba por materia prima el 15% más un promedio del 45% por arancel, pero el producto terminado, importado normalmente de Taiwan o Hong Kong, sólo pagaba el 6% por IVA y 10% de arancel.  Destruyó en el orden de 750 empresas de todos los tamaños y acabó con la economía del país”.

Tomado del libro “Como nos gobiernan en Colombia” de Rogelio Villamizar Jaramillo. Tercera edición 1993, pag. 132.

jueves, 13 de mayo de 2010

Lección aprendida.

Pedrito Paz dictaba, en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Cauca, la cátedra de Morfosintaxis Española. Después de explicar las funciones de los derivados verbales, observó que una alumna desviaba su atención hacia otros asuntos; entonces la interrogó:
-Usted, señorita, parece que no tiene interés en mi exposición-.
-Se equivoca, profesor; he seguido y comprendido sus enseñanzas-.
-¡Ah! ¿Sí? Entonces dígame: ¿Qué tiempo de la conjugación era “haber amado”-.
-¡Tiempo perdido, profesor!-.  

miércoles, 12 de mayo de 2010

Pregunta pre electoral:

¿Dice algo, del carácter de las encuestas, que los candidatos que formulan propuestas políticas serias y consistentes estén de últimos, y, en cambio, los candidatos con propuestas vacías y enredadas estén de primeros?
Porque, si las encuestas no manipulan, entonces estaríamos ante un electorado excesivamente estúpido.

lunes, 10 de mayo de 2010

Actividad geriátrica.

Una señora, entrada en años, visita al médico.
-A ver, señora, dígame, ¿qué se le ofrece?
-Pues vea doctor, creo que mi marido ha entrado en la impotencia.
El doctor no puede reprimir una sonrisa.
-Pero señora, ¿cuántos años tiene usted?
-Tengo ochenta y tres.
-¿Y su marido?
-Ochenta y cinco.
El doctor pasó de la simpatía a la sorpresa:
-No puede ser, señora, ¿hace cuánto empezó a notar que su marido estaba volviéndose impotente?
-Anoche, doctor. Pero lo preocupante es que volvió a notarse esta mañana.

domingo, 9 de mayo de 2010

Oficios que ennoblecen, profesiones que envilecen.

Hay oficios que no tienen reconocimiento. Nunca fueron profesiones, ni lo serán, porque no se pide como requisito, ni se necesita, de un pensum universitario para ejercerlos. Como cualquiera hace esos oficios, pues cualquiera no es profesional; quien los ejecuta, se cansa más que albañil viejo o mensajero cojo y ni así se consideran actividades dignas de enmarcar en un diploma de cualquier institución de enseñanza de garaje.
Veamos dos:
En una entrevista para un cargo público de leve importancia le preguntan a una señora de próximos treinta y cinco años de edad:
-¿Cuál es su profesión, señora?-.
-Ama de casa-.
-Mejor dicho, no hace nada-.
-Nada. Sólo cocinar, lavar ropa, planchar, barrer, trapear, tender las camas, bañar a los niños, llevarlos al colegio, sacar de paseo al perro, atender visitas indeseables, hacer mandados, contestar al teléfono, arreglar la mesa, limpiar el polvo, sacudir las telarañas, sacar la basura, organizar el ropero, ayudarle en las tareas a mis hijos, espantar evangélicos, aguantar las tardanzas de mi marido, pagar los servicios, apagar la televisión, recoger el desorden de mi marido y otras afines. En tres palabras: administrar el hogar.

En México, un agente editorial fue a la casa de Gabriel García Márquez, cuando aún no era el autor de “Cien años de soledad”, y le preguntó al hijo menor:
-¿Está el señor García Márquez?-.
-Sí señor, sí está-.
-¿Está ocupado?-.
-No señor, siga. Sólo está escribiendo-.

Hasta el hijo del Nóbel sabía lo que ya saben las universidades: escribir no es profesión. De ahí que las universidades nunca gradúan a alguien de escritor; escasamente los títulos resaltan la condición de Licenciado en letras, Licenciado en literatura, Licenciado en artes y letras, licenciado en filosofía y letras, y faltaría uno que dijera Licenciado en letras y oficios varios.

Sin embargo la humanidad practica el eufemismo. A una mujer que manifiesta –en cantidad abrumadora– disposición, necesidad económica o simple placer, le dicen que ejerce la profesión más antigua del mundo. Debe ser por los altos emolumentos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Desde Francia con honor.

Del General Tomás Cipriano de Mosquera hay un oportuno gracejo en el país de la Galias. Resulta que en cierta oportunidad fue invitado a presenciar un desfile militar y apareció el comandante del ejército francés con la intención de menospreciar a nuestra milicia:
-¿Cómo son los soldados de Colombia?, señor Mosquera-. Preguntó soberbio el general galo. A lo cual respondió el famoso “Mascachochas”:
-¡Como los mariscales de Francia!

lunes, 3 de mayo de 2010

Con que esas tenemos, ¿no?

El pasado 30 de abril de 2010, en Caracol radio, se escuchó un diálogo entre periodistas cuando se referían a esas modelos internacionales casi anoréxicas y carentes de atractivo, que el maquillaje y la fotografía las muestra como despampanantes:
-Esas mujeres parecen extraterrestres por lo flacas y lo feas –dijo el periodista director–.
-Así es, Darío. Las sorprendieron sin maquillaje, así como usted y yo salimos del baño-. Dijo la periodista Érica.