Ponencia presentada por Alba María Sánchez, estudiante de tesis en Licenciatura en Español y Literatura de la Universidad del Cauca en el seminario Literaturas marginales realizado entre el 21 y 22 de octubre de 2009, en el auditorio del Banco de la República en Popayán, Colombia, que se titula Los restos del vellocino de oro, una novela marginal.
Última parte.
La obra en su desarrollo maneja una intriga, la de este grupo de amigos sindicalistas los jasones, junto con Santiago, con su frecuente escape, esconderse aquí y allá para no ser alcanzado por los sicarios y polizones. Luchar por algo justo, por el bienestar humano, ir contra la marea, sin tener algo definido o seguro, la zozobra invade a estos hombres, ya que en cualquier momento van a ser presa o carnada de aquellos que los quieren opacar, hundirlos en el silencio y enterrarlos en el olvido y la distracción. La lucha es la oscura fuerza que los pretende aniquilar y con las instancias de un poder que parece se quedó mal repartido para siempre.
“Lo vi rondar por el parque del Faro, con los ojos puestos en ninguna parte, aunque era evidente que yo era su objetivo y, por medio de mi, Santiago al que había jurado llevarse de este mundo. Por cierto estaba a punto de cumplir su juramento después de una búsqueda implacable. Aunque se hallaba a varios metros de distancia, podía sentir las vibraciones de sus nervios, sus impulsos por volverá oprimir el gatillo, esta vez sobre el cuerpo de un huelguista que se había convertido en la leyenda misma del escondite y la fuga”. (A. Vanín, 2008:7)
La autoconciencia es una característica muy importante en la novela puesto que hay un conocimiento sobre el mundo real que afecta al ser, lo disloca y lo lleva a un punto de una razón que se vuelve irracional, debido a que no se sabe en qué lugar situarse, si aceptar el mundo tal cual es, o mejor, ignorarlo. En este sentido, se vuelve ambigua la autoconciencia, aunque la seguridad verdadera consiste en estar seguros de que existe un reconocimiento por el espacio en que se habita.
Vanín tiene plena conciencia de la función de la literatura, del hacer de este arte; de tal manera que lo emplea como un médium como lo diría Walter Benjamín para conectar un mundo real plasmado en medio de la imaginación, la creatividad y la inteligencia, hacia una sociedad que espera respuestas o a alguien que se pronuncie ante las barbaridades que se cometen día a día en este país y a aquellas regiones más apartadas, olvidadas y vulnerables.
“Los restos del vellocino de oro” se instala en una lógica que además de proponer una lectura estética de la realidad, esgrime un argumento que se relaciona con el compromiso del escritor. La realidad del momento de la producción del arte no simplemente es retratada sino que ofrece una alternativa que apunta a la construcción de un lenguaje estéticamente bello. Ahora, esta belleza no hace alusión a lo “bonito”, es un mirar hacia lo trascendente, lo que es significativo para el espíritu del hombre de este y de cualquier tiempo.
La violencia, la oralidad, la ansiedad de luchar por una justicia que se ve lejos, estar en un estado imparcial, hacen parte de la marginalidad; por lo tanto todo lo planeado hace que la novela de Alfredo Vanín sea marginal. Como ya se propuso anteriormente marginalidad es un concepto muy amplio, en este caso es la escritura del autor y su postura frente a lo que se está planteando y revelar, aquellos acontecimientos que están ocultos pero que ahogan a un pueblo, el de la costa pacífica.
Ahora bien, es muy común que en la nueva narrativa, temas como la violencia, la pobreza, el narcotráfico sean trabajados, pero hay que pensar desde qué perspectiva son asumidos y cómo son desarrollados, si desde una estética literaria o como un ejercicio de narrar sucesos tal cual pasan. Porque ahí radica la importancia de la novela de Vanín, su estructura estética, el goce que causa a la hora de ser leída, es decir que el autor se automargina de la mala moda, que es la gran mayoría de lo que se dice ser la literatura de hoy, para apostarle a una verdadera literatura.
Dejar huella a través de una novela de una manera creativa y a la vez significativa como lo propone Vanín, es de suma importancia para la nueva narrativa colombiana; ya que aporta al conocimiento de la cultura afro y a la de nuestro país en general; del mismo modo que reivindica la tradición de aquellas regiones apartadas y selladas por la desolación. “Su memoria prevalecerá por encima de los siglos, su cadáver seguirá ganando batallas por los siglos, mientras haya injusticias”. (A. Vanín; 2008: 167)
Teniendo en cuenta el anterior planteamiento, considero necesario afirmar que el propósito de la literatura y del arte en líneas generales es la trascendencia, sin importar los códigos estéticos que lo rijan, a fin de cuentas, el arte es uno solo y así es como debemos asumirlo, como una totalidad que se fragmenta y al mismo tiempo se une, por una secreta energía que es la belleza.
Es de suma importancia destacar el trabajo y el desarrollo de la obra de Alfredo Vanín puesto que es un escritor local con estilo personal y recorrido cultural como su escritura lo revela. De igual manera, este mismo hecho de escritura lo circunscribe dentro de un paradigma literario que desde ya debe ser reconocido, me refiero a la importancia de estudiar, apreciar y valorar el talento local, es un llamado a centrar la atención en nuestros artistas, brindar la oportunidad de escuchar lo que quizás está oculto, no debemos cerrar nuestro trabajo de lectores y estudiosos sólo al canon.
“Sé desde siempre que toda condena tiene sus desquites, aún no hemos asentado nuestros símbolos. El cielo en cambio se despeja, el amanecer se viene encima con presagios que deberían llenarme de espanto. Me queda muy poco tiempo. El tiempo es una bomba de tiempo , para todos”. (A. Vanín; 2008:140)