En cierto vuelo internacional, en el aeropuerto Eldorado de Bogotá, se presentó el siguiente diálogo entre un pasajero y una vigilante de seguridad privada, rubia innatural, gordita y bajita:
-Señor, esa crema de afeitar no la puede llevar como equipaje de mano –advirtió la pequeña rubia–.
-¿Por qué, señorita?
-Esos elementos que contienen aerosol no son permitidos por seguridad.
-¡Ah, qué vaina! Aunque esa crema no contiene aerosol, entonces se la regalo señorita, está nueva.
La vigilante, con un movimiento grotesco, cogió la crema y la tiró a la basura, sin emitir palabra.
El señor, seguramente ejecutivo de una importante empresa, al ver esa actitud soberbia de la chiquita de seguridad, atinó a decir:
-Señorita, la felicito, usted ya está lista para ocupar la gerencia de cualquier cosa.
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