Estaba muriéndose el matemático francés Bossart, en París, en 1814.
Toda la familia estaba alrededor de la cama mortuoria dirigiéndole palabras cariñosas que él no respondía ni daba señales de entender. Su amigo Maupertuis, compañero suyo en la Academia de Ciencias, se acercó a él y le dijo, en voz baja, a su familia:
-Yo haré que responda.
Se acercó a la cama y le preguntó al enfermo:
-¿El cuadrado de doce?
-¡Ciento cuarenta y cuatro! –respondió Bossart, y… murió.
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