La burocracia indígena es peor que la española que aún nos rige. Tengo argumentos para sostener esta afirmación:
Llegamos a un cabildo indígena caucano con mi sobrino, quien pretendía hacer unas excavaciones en el lugar, realizar una monografía y después optar al título de antropólogo. El joven, previamente, por teléfono, había acordado con el gobernador indio que iría tal día para definir su estadía por una semana y su manutención con una familia de la comunidad.
Cuando llegamos, por un camino de trocha, en un campero de pobre, tipo diez de la mañana, el gobernador nos dijo “esperen hasta que termine la reunión del cabildo de los martes”; nosotros, sumisos, aceptamos. Lo que no sabíamos era que esa reunión duraba cuatro horas. Los indígenas hacen sus asambleas con comida incluida; en tanto, a nosotros, a las dos de la tarde, ya nos protestaban las tripas. Cuando salió el gobernador, con su séquito de seis personas rumbo a la escuela, nos dijo “espérenme que ya vengo, voy a una reunión con los padres de familia y profesores”. Nosotros, más hambrientos que sumisos, aceptamos. Tampoco sabíamos que esa reunión se demoraba tres horas. Ya a las cinco de la tarde, morados del hambre y de la “piedra”, apareció el gobernador para decirle a mi sobrino: “Vaya donde la señora Refruncia, ahí al frente, que ella le dice dónde va a dormir y cuánto vale”; esta información se la dio en quince segundos; ir donde la señora y definir su estadía no tardó mas de quince minutos.
Los acompañantes del sobrino, definida la situación, para evitar una úlcera, decidimos ir a una tienda escondida y comprar gaseosa vieja y pan rancio; con este refrigerio regresamos a Popayán y dejamos a nuestro sobrino instalado. Nos asaltaba la preocupación de que el futuro antropólogo no fuera a salir de esa maraña burocrática de las reuniones interminables y la suprema importancia del gobernador.
¡Ah! Casi se me olvida, para rematar. Hoy, 29 de enero de 2010, escuché por radio una frase de un indígena, aspirante a la Cámara de Representantes, que comparto con ustedes:
“Las propuestas deben superar las acciones”. ¡Diablos!
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