Ponencia presentada por Alba María Sánchez, estudiante de tesis en Licenciatura en Español y Literatura de la Universidad del Cauca en el seminario Literaturas marginales realizado entre el 21 y 22 de octubre de 2009, en el auditorio del Banco de la República en Popayán, Colombia, que se titula Los restos del vellocino de oro, una novela marginal.
Segunda parte.
También es importante reconocer que la escritura literaria es una forma de hacer historicidad, de contar, reflejar y dejar grabada las circunstancias de una época; tal es el caso de la costa pacífica colombiana, una región marcada por la violencia, la pobreza y el abandono del Estado.
Alguna vez escribí que la imaginación de un pueblo trabaja con los mismos materiales de su historia. Sigo creyendo que, en el fondo, sus búsquedas creativas tienen mucho que ver con las implicaciones históricas que han enmascarado o reorientado las motivaciones y valores primigenios de un pueblo, que fue desarraigado y tuvo que construir una cultura a partir de su memoria y su contacto con otros pueblos, con otro hábitat y en condiciones humanas nada edificantes, donde confluyeron la prepotencia de unos, la producción forzosa y la rebeldía de otros. Hablo del Pacífico colombiano y sus largas noches de expoliación, marginalidad y creatividad. (A. Vanín: proyecto biopacífico).
Aunque no es función de la literatura resolver las situaciones complejas que recrea, el hecho de visibilizarlas es ya un gran aporte para la historia de los pueblos.
La costa pacífica siempre ha estado sumergida en el abandono y el olvido; desde la llegada de los europeos ha sido excluida; por ejemplo, el comercio en la época de la colonia no tuvo mayor relevancia, pues era opacada por la costa atlántica y ahora qué se ve, una población con índices de vida menores que a los de la generalidad del país, pobreza, hambre, analfabetismo, entre tantos otros problemas que aquejan a la región.
La “isla pájaro” que presenta la obra es un sitio abatido por todo tipo de problemas sociales y económicos. Hay un intento por callar a aquellos que están en contra de toda clase de arbitrariedad, qué más peligro que el silencio, como lo dice el poeta Rafael Maya (1897-1980), en su poema “Prisión”, ya que plasma la angustia por el callar eterno del ser. Sin embargo, algo muy significativo es la valentía de quienes no se dejan atemorizar ni con la cercanía de la muerte. Hacemos referencia a los jasones que están en busca de su vellocino de oro* que representa su libertad, la justicia y el reconocimiento de los valores, de ser asumidos como seres humanos, no como objetos que se pueden explotar y manipular al antojo de quienes gobiernan:
“Fue una de esas noches cuando Leonel se puso en pie y de batutazo doble dio entrada a la recitación del himno que nos hacía deponer toda querella, resentimiento o pena; y hasta nos infundía un coraje.
¡Nosotros, veteranos de la ternura
matadores de brújulas
bajadores de estrellas
escanciadores del vino de medusa
trasegadores incorregibles de mareas
seguimos firmes en la búsqueda
del vellocino de oro de la noche!” (A. Vanín, 2008:109)
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*Según la mitología griega, Jasón va en busca de la piel de oro del carnero, ésta posee poderes divinos, que otorgan la eternidad. Una vez lo halla, lo mata y el carnero entonces se convierte en la constelación de capricornio.