A Guillermo Valencia le decían por apodo “Chaleco” porque no tenía mangas para pelear y a Eduardo Hurtado, “Paquetico” por su condición de pequeño y fornido.
El uno era famoso poeta, el otro eminente sastre.
Llegó el momento en que se encontraron.
-Eduardo, quiero que me hagás un vestido entero para asistir a la recepción del embajador de Francia, en Bogotá.
-Con mucho gusto, maestro Valencia; encantado de trabajar para usted. Le sugiero que el vestido sea con “Chaleco”.
-Me parece muy bien, Eduardo, pero me obligás a sugerirte que cuando terminés el chaleco, me lo mandés en un “Paquetico”.
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