lunes, 26 de abril de 2010

El Cauca, ¿cuál futuro?

El Cauca debe replantear su desarrollo. Uno de los aspectos a abordar, para que ese desarrollo sea eficaz, es la generación de energía. En el mundo hay dos tendencias para la producción de energía eléctrica a partir de la transformación de la fuerza hidráulica: construir grandes represas bajo los denominados mega proyectos o utilizar los ríos en sus cauces naturales para hacer pequeñas hidroeléctricas.
En los tiempos que corren, de preservación de los recursos naturales, es mejor la segunda opción. Está demostrado que las grandes represas tienen vida limitada, deterioran el medio ambiente en forma irreversible al inundar grandes extensiones de bosque con su biodiversidad incorporada y al final su energía es onerosa por los daños colaterales que causa. El argumento para emprender este tipo de mega proyectos lo suministra la industria transnacional: Se necesita grandes cantidades de energía eléctrica a bajo costo, que sólo es posible producir a partir de gigantescas hidroeléctricas. Para las multinacionales, esa energía indudablemente es barata; para el país que la produce, además de un precio de oro enterrado en la selva, al final queda con un cáncer incurable en su biodiversidad.

El departamento del Cauca tiene ejemplos que, infortunadamente, el país no ha seguido para producir energía hidráulica barata sin agredir al medio ambiente. Ahí están: la central hidroeléctrica de Coconuco puesta en servicio el 8 de julio de 1927, repotenciada en 2009 suministra en el presente 33 megavatios; la de Florida que comenzó operaciones pocos años después, hoy desaparecida y reemplazada por Florida II en 1975 con 14.4 megavatios; la de Asnazú, en el municipio de Suárez, inaugurada en 1934, entrega 450 kilovatios; la de Rio Ovejas dada al servicio en 1939, con capacidad de 900 kilovatios; Mondomo, inaugurada en 1957 con 600 kilovatios; Silvia, comienza su operación en 1960, con 100 kilovatios; Rio Palo, en 1964 con 1.4 megavatios; Inzá, en 1971 con 375 kilovatios, repotenciada en 1994 a 750 kilovatios; la hidroeléctrica de Sajandí, ubicada en el municipio de El Patía, puesta en funcionamiento en la década de 1960 y dejada fuera de servicio por el estúpido atentado guerrillero de 1991, repotenciada a 3 megavatios en 1995, sigue funcionando. Hay otras soluciones eléctricas menores, que aún están produciendo, para comunidades pequeñas, como la rueda Pelton de Argelia (Cauca). Todos estos generadores citados tienen dos rasgos comunes: con buen mantenimiento son cercanos a nuestra eternidad y protegen las cuencas de los ríos.

Cuando planteo que el Cauca debe reorientar su desarrollo, estoy apuntando a que el departamento debe hacer uso de sus recursos naturales sin acabarlos. Utilizar la biodiversidad para la medicina y la farmacéutica, con férreo control estatal; propiciar la explotación controlada de las maderas del Pacífico y la Bota Caucana, hoy expuestas a la piratería internacional; tecnificar la producción de las minas y la riqueza pesquera; construir carreteras y caminos (o mejorarlos) que permitan la práctica del turismo recreativo dentro del departamento con su abundante riqueza en valor agregado: gastronomía, alojamiento, transporte, artesanía…; implementar extensivamente la agricultura, con fuerte componente de mano de obra y con orientación hacia la producción de alimentos; generar la fundamental energía para regiones determinadas con pequeñas centrales hidroeléctricas, tipo Coconuco o Sajandí,  y cancelar la construcción de represas como Brazo Seco y Arrieros del Micay, por lo ya expuesto.
Es posible que se me olviden otros propósitos de progreso similares, pero el Cauca no debe entrar en esa carrera industrial a la que se apuntó Antioquia, que detenta el mayor número de grandes hidroeléctricas de embalse y empresas de transformación del país, primero porque esa no es la vocación de los caucanos, por lo menos en su territorio, y segundo, porque sería condenar a una región a ser un gran desierto en el futuro. No quiero pensar qué le pasará a Antioquia cuando sus hidroeléctricas no funcionen más por falta de agua o por haber rebozado sus represas con sedimento, lodo, limo y cascajo, como ya se observa en el embalse de La Salvajina.

Alguna vez se han preguntado, ¿por qué los países desarrollados subsidian la agricultura?, ¿por qué Venezuela está ejecutando un Plan Nacional de Semillas y fomentando su incipiente agricultura, pudiendo comprar sus alimentos?

El futuro es de los países que producen bienestar, alimentos, agua y energía; no de los que producen suplementos químicos, enlatados y armas.

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