jueves, 29 de abril de 2010

Despedida en Verona (Cuento)

-Non mi  fregare ¡eh!-.
Dijo en un italiano adriático, Anthénore, un hombre que, en mi niñez, había evidenciado en las películas de Henry Silva.  Él detestaba las fotografías y las filmadoras cuando lo enfocaban.  Esa vez estaba pensativo y lejano, arrimado a los pinos  en los Jardines de Verona, y yo, después de hacer un paneo inocente con mi filmadora, apunté a esa figura recia, como tallada en milenios de creación espontánea hasta alcanzar el carácter legendario del hombre italiano.  Miró con leve fastidio y me lanzó la reconvención.


Anthénore tenía alma de niño en un cuerpo de gladiador.  Era serio como un busto de Constantino y de un humor calmado como lo pudiera ser Dino de Laurentis.  Su pelo entre cano, corto, liso y firme, hacía contraste sobre su rostro de cobre, endurecido por los años vividos y el sol mediterráneo; su cuerpo esbelto indicaba acción permanente, dispuesto a afrontar, hasta el final, el interminable rito de vivir.


Habíamos llegado de paseo, desde Mantova, en su Alfa Romeo, acompañados por las arias de Pavarotti, por una carretera apacible adornada por el continuo trajinar de ciclistas y el despliegue de pequeños lagos y colinas; era como si nuestro descubrimiento fuera de él.  Cada vez hablaba menos y observaba más; se reía por las ocurrencias de Leonel –un italiano que hace treinta años era colombiano–, las travesuras idiomáticas de Annie, y volvía a su taciturno divagar.  Es posible que el esplendor de colores de todas las flores, el perfume de los pinos y el abundante verde bien conservado, hubieran obrado en él una transformación indefinida.  Estábamos en los Jardines de Verona tal como si hubiéramos logrado la perfección del turista: asombrados por lo novedoso. Aquí lo nuevo era natural.   El orden de los árboles y la belleza de las flores, los caminos peatonales, la música ambiental, los paseantes, extasiaban nuestros sentidos.


Anthénore a veces caminaba con las manos atrás entrelazadas, otras con paso decidido agitaba sus brazos de estibador marino para alcanzarnos cuando los tres habíamos establecido buena distancia con él.  Ese acto se repetía con frecuencia. Sólo yo lo noté; ni Annie, con su percepción gala, ni Leonel, con su agudeza, habían reparado en ese pequeño detalle.  También intuía que esa cercana melancolía de Anthénore no era propia de un hombre que había alcanzado la paz que dan los años de trabajo.


-Vamos a almorzar-, dijo Leonel, después de dar la vuelta a un pequeño estanque con filas ordenadas de tulipanes rojos a su alrededor.
-Es lo mejor –aprobó Annie–, tengo un hambre bien grande-.
Annie hablaba un español de Madrid siendo francesa; era una rubia de mundo que había transitado desde Europa hasta Asia.
Anthénore tomó el camino hacia donde había estacionado el Alfa Romeo, y nosotros lo seguimos.   


El almuerzo fue en un restaurante típico campestre, sobre una extensión en plataforma de madera que daba sobre el río Mincio; un artista de la región, en plena madurez, con anteojos y canas que infundían respeto excesivo, cantaba los lamentos italianos de tonadas napolitanas en compases rápidos de guitarra.   El paisaje, para mí, era de encanto medieval con castillos próximos, puentes levadizos, ruedas hidráulicas sobre el rio de aguas cristalinas y abundantes peces.
Annie nos deleitaba con su descripción del lugar y hacía ver lo que para nosotros era invisible, desde el contraste del verde esmeralda del rio con el verdor oscuro de una rica flora. Leonel nos indicó lo más apropiado para almorzar y fue una magnífica elección: todos, incluido el taciturno de Anthénore, quedamos satisfechos.


Volvimos a Verona para emprender viaje a Padova porque, según Leonel, desde allí era fácil llegar por tren a Venezia, nuestro último destino antes de volver a Roma.
El desplazamiento desde el restaurante hasta Verona fue largo como la aflicción de Anthénore. Dimos una vuelta turística por el lago Di Garda, confraternizamos con los visitantes y hasta observamos el horizonte del lago con un telescopio recreativo.  Annie era la traductora del grupo y quien sabía comportarse según la ocasión; un mérito adquirido en sus permanentes recorridos por el mundo europeo.
Anthénore observaba el paisaje marino con la parsimonia del que ya sabe que hay detrás.  Volvía a enconcharse en su espíritu taciturno junto a nosotros. Mientras Annie y Leonel se divertían como adolescentes con el mirador, yo sentía esa oleada de interrogantes que emitía Anthénore; por un momento atisbé una sonrisa en su rostro adusto y creí haber compartido un momento feliz con él.  Nos quedamos sentados mirando ese pequeño mar acompañándonos con el silencio.
-Víctor, ¿estás feliz en Italia?-,preguntó para romper ese muro de misterio.
-Sí.  Es una maravillosa experiencia-, dije, mirándole al rostro que brillaba con las luces de la tarde.


Volvimos al camino.  Verona nos esperaba para separarnos. Anthénore volvería a Mantova, Annie se quedaría en Padova y Leonel y yo emprenderíamos viaje a Venezia.  Algunos atardeceres italianos son nostálgicos porque carecen de ese esplendor caribe de Colombia; el sol se oculta detrás de grises intensos y es ahí donde presumo que Anthénore coincide con su temperamento.  Annie ocupaba el puesto delantero del Alfa Romeo, Leonel y yo íbamos en la silla de atrás; volvían las arias esta vez cantadas por otro tenor diferente a Pavarotti.


Llegamos a Verona.  Annie y Leonel rápidamente ubicaron el albergo, como se le dice en Italia a un hotel modesto; llevaron sus maletines a la habitación y yo me quedé con Anthénore junto al vehículo viendo el atardecer gris.  Eran casi las ocho de la tarde de un verano oscuro inusual.

El recio italiano, subido en el andén, puso las manos sobre la capota del Alfa Romeo y habló con su depresión acumulada, mirando al horizonte todavía con los últimos brillos del sol:
-Se acabó el paseo, Víctor-.
-Por ahora, sí-, dije, con algo de duda.
-Se acabó para mí; mañana debo estar en Roma-.
-Debo agradecer tu compañía, Anthénore, fue valiosa y placentera-.
-Tal vez me faltó más alegría-.
-Creo que tú eres así-.
-No. Hay algo que tú no sabes-.
-Respeto tu comportamiento-.
-No te volveré a ver más y eso me entristece-.
-Podemos encontrarnos en Roma, cuando regrese-.
-No. Estaré en casa de mis familiares y tú volverás a Colombia. Por eso debemos despedirnos ahora y para siempre-.
-Parece una trágica despedida-.
-Lo es-.
-No entiendo-.
-Lo vas a entender: esta es la última vez que te veo; dentro de algunos meses estaré en una clínica romana luchando por vivir un poco más, y es seguro que pierda la batalla.  Quise disfrutar intensamente estos momentos, pero mi temperamento y mi cuerpo maltratado no lo permitieron.  Por eso me viste taciturno y lejano.  Leonel estará a mi lado, pero me invade una tristeza aguda saber que he compartido con ustedes por última vez y que no los volveré a ver, ni a ti, ni a Annie-.


Anthénore traspasó su afligido temor a mi sensibilidad latina.  Di la espalda al atardecer, crucé los brazos intentando una resignación que no llegaba. Simultáneamente giramos hasta quedar de frente y nos dimos un abrazo de hombres.  Entonces supe lo que es llorar por un amigo.

miércoles, 28 de abril de 2010

Descendencia sin herencia.

Por estos lugares de bohemios y desocupados, aparecen figuras que, a falta de méritos, inventan abolengos y descendencias eminentes no comprobadas para impresionar a incautos y satisfacer su ego.
Por aquí apareció, detrás de la celebración del llamado Bicentenario, una persona que se endilgaba la descendencia directa del sabio Francisco José de Caldas; también, ese sí legalizado por el apellido que lo adorna, otro señor que detentaba el orgullo de ser familiar en línea recta del eximio poeta Aurelio Arturo. Pues bien, después del trato personal y social con estos descendientes afortunados, queda una reflexión expresada por un atento observador:
-Esos señores, Aurelio Arturo y Francisco José de Caldas fueron egoístas, acapararon toda la inteligencia y no le dejaron nada a la familia.

martes, 27 de abril de 2010

Diálogo pre electoral.

-¿Usted si cree que el señor Mockus va a ser fuerte con los delincuentes?
-Por todo lo visto y oído, creo que no le va a temblar la mano-.

lunes, 26 de abril de 2010

El Cauca, ¿cuál futuro?

El Cauca debe replantear su desarrollo. Uno de los aspectos a abordar, para que ese desarrollo sea eficaz, es la generación de energía. En el mundo hay dos tendencias para la producción de energía eléctrica a partir de la transformación de la fuerza hidráulica: construir grandes represas bajo los denominados mega proyectos o utilizar los ríos en sus cauces naturales para hacer pequeñas hidroeléctricas.
En los tiempos que corren, de preservación de los recursos naturales, es mejor la segunda opción. Está demostrado que las grandes represas tienen vida limitada, deterioran el medio ambiente en forma irreversible al inundar grandes extensiones de bosque con su biodiversidad incorporada y al final su energía es onerosa por los daños colaterales que causa. El argumento para emprender este tipo de mega proyectos lo suministra la industria transnacional: Se necesita grandes cantidades de energía eléctrica a bajo costo, que sólo es posible producir a partir de gigantescas hidroeléctricas. Para las multinacionales, esa energía indudablemente es barata; para el país que la produce, además de un precio de oro enterrado en la selva, al final queda con un cáncer incurable en su biodiversidad.

El departamento del Cauca tiene ejemplos que, infortunadamente, el país no ha seguido para producir energía hidráulica barata sin agredir al medio ambiente. Ahí están: la central hidroeléctrica de Coconuco puesta en servicio el 8 de julio de 1927, repotenciada en 2009 suministra en el presente 33 megavatios; la de Florida que comenzó operaciones pocos años después, hoy desaparecida y reemplazada por Florida II en 1975 con 14.4 megavatios; la de Asnazú, en el municipio de Suárez, inaugurada en 1934, entrega 450 kilovatios; la de Rio Ovejas dada al servicio en 1939, con capacidad de 900 kilovatios; Mondomo, inaugurada en 1957 con 600 kilovatios; Silvia, comienza su operación en 1960, con 100 kilovatios; Rio Palo, en 1964 con 1.4 megavatios; Inzá, en 1971 con 375 kilovatios, repotenciada en 1994 a 750 kilovatios; la hidroeléctrica de Sajandí, ubicada en el municipio de El Patía, puesta en funcionamiento en la década de 1960 y dejada fuera de servicio por el estúpido atentado guerrillero de 1991, repotenciada a 3 megavatios en 1995, sigue funcionando. Hay otras soluciones eléctricas menores, que aún están produciendo, para comunidades pequeñas, como la rueda Pelton de Argelia (Cauca). Todos estos generadores citados tienen dos rasgos comunes: con buen mantenimiento son cercanos a nuestra eternidad y protegen las cuencas de los ríos.

Cuando planteo que el Cauca debe reorientar su desarrollo, estoy apuntando a que el departamento debe hacer uso de sus recursos naturales sin acabarlos. Utilizar la biodiversidad para la medicina y la farmacéutica, con férreo control estatal; propiciar la explotación controlada de las maderas del Pacífico y la Bota Caucana, hoy expuestas a la piratería internacional; tecnificar la producción de las minas y la riqueza pesquera; construir carreteras y caminos (o mejorarlos) que permitan la práctica del turismo recreativo dentro del departamento con su abundante riqueza en valor agregado: gastronomía, alojamiento, transporte, artesanía…; implementar extensivamente la agricultura, con fuerte componente de mano de obra y con orientación hacia la producción de alimentos; generar la fundamental energía para regiones determinadas con pequeñas centrales hidroeléctricas, tipo Coconuco o Sajandí,  y cancelar la construcción de represas como Brazo Seco y Arrieros del Micay, por lo ya expuesto.
Es posible que se me olviden otros propósitos de progreso similares, pero el Cauca no debe entrar en esa carrera industrial a la que se apuntó Antioquia, que detenta el mayor número de grandes hidroeléctricas de embalse y empresas de transformación del país, primero porque esa no es la vocación de los caucanos, por lo menos en su territorio, y segundo, porque sería condenar a una región a ser un gran desierto en el futuro. No quiero pensar qué le pasará a Antioquia cuando sus hidroeléctricas no funcionen más por falta de agua o por haber rebozado sus represas con sedimento, lodo, limo y cascajo, como ya se observa en el embalse de La Salvajina.

Alguna vez se han preguntado, ¿por qué los países desarrollados subsidian la agricultura?, ¿por qué Venezuela está ejecutando un Plan Nacional de Semillas y fomentando su incipiente agricultura, pudiendo comprar sus alimentos?

El futuro es de los países que producen bienestar, alimentos, agua y energía; no de los que producen suplementos químicos, enlatados y armas.

sábado, 24 de abril de 2010

Pensadores cruzados.

Un descomunal “guayabo” adornaba la pinta del profesor emérito Luis Felipe Cadena hace tres sábados. Me abordó para referirse a una afirmación contenida en mi libro “Disquisiciones en prosa”. La afirmación dice: “…establece con igual propiedad, que las series matemáticas son infinitas (nunca terminan)…”; Felipe aseguró que las series matemáticas sí terminan y por tanto son finitas. Yo, simplemente controvertí que había unas que terminaban (las convergentes) y otras no (las divergentes). No afirmó ni negó; después aseguró algo que me dejó atónito: “Los seres humanos somos infinitos”. Felipe tiene una inteligencia asombrosa –por algo es profesor universitario de alta ciencia– y me dejó pensando más de la cuenta. Hasta me acordé del árbol genealógico como un proceso estocástico infinito. Ambos sabemos que hay un infinito matemático y otro conceptual, pero Felipe pasa con facilidad del uno al otro, y eso fue lo que hizo para dejarme en el andén como a un filósofo en trance de encontrar el origen de la luz: ¿Será que los humanos nunca nos acabamos?

viernes, 23 de abril de 2010

Sucedió en Popayán.

Una señora, joven, negra –me niego a decir afrodescendiente como si se tratara de una raza lejana– vestida totalmente de verde, preguntaba:
-¿Dónde queda la sede del partido de Mockus?-
Un señor, bien enterado, respondió:
-Pregunte en el Directorio Conservador de la carrera novena; si está cerrado, entonces en la Dirección Liberal de la carrera sexta-.

miércoles, 21 de abril de 2010

El Lambón (hablando casi en serio).

Así como un corrupto es el único ser capaz de elaborar un estatuto anticorrupción, el más indicado para referirse a un lambón, es otro lambón. No tuve necesidad de buscarlo, lo encontré en todas partes.
Se presentó la oportunidad de conocerlo por donde transité: la empresa privada y la estatal, directorios políticos -como invitado accidental, pues nunca he sido desocupado-, reuniones públicas -con reinas recién coronadas por los presidentes de las juntas comunales y gobernantes recién investigados por los prevaricatos de hace diez años- y me confió sus artimañas para hacerse notorio en un mar de idénticos, sus métodos para alcanzar más importancia que el lambido de turno, su arrojo para gritar cuando los demás cavilan en su idiotez muda, su precisión para iniciar un aplauso entre un público frío como una manifestación de autistas.
El lambón, que ustedes también conocen, es tan simpático como un chiste flojo: toca reírse de él por compasión; es acomedido, puede llevarle el ramo de flores que le mandó el gerente a su esposa el día del amor y la amistad haciéndolo quedar bien a usted; es oportuno, siempre está presto a pasarle el pañuelo al político sensible que está a punto de derramar sus lacrimosos mocos; es ubicuo, está en todas partes incluido ese lugar a donde no llega el Espíritu Santo; y sabe de todo, más, mucho más que la CIA, el FBI y el MOSAD juntos.
Una vez estuvo, el lambón, en el Parque Caldas presentando unos artistas, patrocinados por el alcalde de turno, un tal Ramírez. Apenas lo vio, sacó una lista de todos los alcaldes del país y dijo que estábamos en presencia del cuarto mejor alcalde de Colombia. Después supimos que había cogido la lista al revés. En otra oportunidad, en una exposición del artista de la pintura Gustavo Hernández, se presentó un tal Fabián, de inmediato el lambón pidió un aplauso que resultó apoteósico pues los asistentes creían que era para el artista. Loas para el lambón. Fabián, en su ingenuidad mercantil, sonreía como hacen los modelos de Colgate. En reuniones sociales, el lambón se destaca. Me acuerdo de que en una fiesta de su cumpleaños, al gerente de una importante y desaparecida empresa de comunicaciones, joven y soltero, le dio por coquetear con una dama preciosa y atrevida que a todo le decía que sí. El lambón cogió el micrófono para anunciar la inminente boda -al fin- del gerente y ponderar su buen gusto, consecuencia de su afortunada pinta de arriero del sur. Después de la intervención del áulico en picada, unos empleados de alto vuelo reían a más no poder sobre las virtudes de la dama, a quien buscaron y encontraron en un laberinto sensual del oriente de la ciudad, en plena subida a Coconuco y la contrataron para impresionar al gerente, cosa que logró como buena profesional.

La muletilla insistente de un buen lambón es, “uno de los más”. Un profesional de la radio nacional, que debería volver a ponerse turbante ahora que su calvicie es extensiva, la usa con reiteración cuando entrevista a personajes nacionales. Alguna vez se le oyó decir: “el presidente Samper es uno de los más serios mandatarios que hemos tenido”; también dijo: “García Márquez es uno de los más grandes premio Nobel que hemos tenido”. ¡El colmo! Por lamber hasta se dicen verdades: es el más, porque es el único.

La eficiente forma de tener un lambón a disposición, es tener un cargo de poder. Por ejemplo, el alcalde tiene tantos lambones que uno no sabe cuáles son los secretarios, asesores, concejales o periodistas. El gobernador sí ha parcelado el asunto, los lambones no se bajan de la pinta formal. En cuanto al presidente, tiene hasta lambones internacionales: ahí están los de la caterva del PP español, los cubanos nacidos en Miami, pasando por los periodistas colombianos de la CNN.

Paro aquí y tomo aliento.

Queda mucho por decir de este espécimen, odiado, aceptado, rechazado, amado, pero imprescindible a la hora de echar flores o botar caspa, como dice la guacherna.

martes, 20 de abril de 2010

Entre Mosqueras.

-¡Hola, Alberto! ¡Vos por estar con tus borracheras y peleas vas a matar a mi mamá!
-¡Ah! ¿Entonces, vos la querés matar solo?

lunes, 19 de abril de 2010

Diálogo masculino.

-Hay que hacerles caso a las mujeres porque saben más que nosotros, los hombres.
-Noo, ¡eso no es así!
-¿Cómo que no?, ellas saben de cosas muy importantes. Nosotros sólo sabemos de mujeres.

domingo, 18 de abril de 2010

El gobernador en caída.

Lo sucedido al gobernador del Cauca, es la segunda parte de tres procesos por las llamadas inversiones de 16 mil millones de pesos, dineros públicos destinados a salud y educación consignados en Probolsa.
El primer proceso fue político y se hizo en el Senado de la República, con la defensa de Jesús Ignacio García y del propio mandatario departamental. Debate insulso por lo dicho y por los resultados: el Senado no adoptó una acción política para castigar, o por lo menos señalar, un comportamiento político erróneo: afectar negativamente la salud y la educación de los gobernados.
Estamos ante el segundo proceso, que es disciplinario, y lo adelanta la Procuraduría General de la República con fundamento en la actuación, como funcionario, del gobernador en el citado caso.
Después (si le creemos al mandatario que dice haber denunciado el hecho ante los entes de control y la fiscalía), viene el proceso penal que determinará quién o quienes se apropiaron de esos dineros y quiénes, con su acción u omisión, facilitaron la consumación del delito.
Hechas estas precisiones, vamos a referirnos al segundo proceso, en curso, para comentar que el gobernador cada vez que sale a defenderse públicamente acude a un socorrido argumento penal que utilizó el señor Jesús Ignacio García en el Senado, en el debate político. Hasta ahora ningún ente de control ha calificado el hecho de robo; nadie ha dicho que unos documentos firmados por el gobernador propiciaron el robo; nadie ha asegurado que éste o aquel se quedó con la plata; estos son actos que en su oportunidad aclarará la Fiscalía General de la Nación y dará, o no, trámite para una acusación penal ante los jueces.
La procuraduría se ha pronunciado por la actuación del gobernador como funcionario, vale decir, su responsabilidad en el control y manejo de los dineros públicos a su cargo, en el control de sus funcionarios y en la acción administrativa de éstos. No es argumento válido de defensa, decir que la tesorera tenía amplias facultades de actuación otorgadas por una ordenanza de la Asamblea Departamental, de ninguna manera podía escapar al control administrativo. El gobernador, como jerarquía superior, es el nominador del secretario de hacienda y la tesorera y si sus actuaciones desbordan la administración impuesta por esa jerarquía, pues existe la solicitud de renuncia o en extremo la insubsistencia, que no es sanción sino la discreción que tiene esa jerarquía para prescindir de los funcionarios que desee cambiar. Tampoco es argumento administrativo decir que no tuvo conocimiento del manejo de esos dineros; antes bien, es un argumento en contra. Se establece entonces que no había control ni del gobernador, ni del secretario de hacienda por un periodo largo y por un monto demasiado visible. No creo que un procurador (aunque en este país todo puede ser posible) se vaya a tragar ese sapo: que se hacían consignaciones a una entidad ajena al gobierno cada dos o tres meses por unos valores de miles de millones de pesos sin advertirlo.
Desde el primer debate el señor gobernador debería haber renunciado; hubiera sido noble. Nixon renunció a la presidencia de Estados Unidos por menos. Hoy reconocemos en Nixon su valor para expiar sus culpas. En Colombia los funcionarios con errores escandalosos, desde el presidente para abajo, no renuncian, hay que echarlos.

sábado, 17 de abril de 2010

Lisandro Duque Naranjo.

Señor
LISANDRO DUQUE NARANJO:

Cada vez más, se va desbarrancando mi admiración por los columnistas de El Espectador. Alfredo Molano dejó atrás una posición ideológica por un suceso insustancial de unos agentes no determinadores de una política. El resultado (que gusta y estimula al gran poder), fue sepultar en sus escritos la única política que transforma al hombre colectivo, y creer que el cambio se da por la buena voluntad de los gobernantes.
Hoy, 21 de febrero de 2009, usted se viene con una afirmación sin sustento que celebra la clase criminal gobernante: el neoliberalismo es la fase superior del socialismo. Todo mundo puede opinar de política, pero a un columnista se le exige rigor. Las ambivalencias favorecen el actual estado de cosas. Las aseveraciones, repetidas por los periodistas y escritores prepago, y peor aún, elevadas a dogma por periodistas independientes como usted, sólo favorecen los intereses de quienes quieren que esto no cambie, que este país se revuelque en su propia sangre para enriquecer a unos pocos. Una de esas aseveraciones dicen que al colapsar la URSS, se derrumbó el socialismo. Desconocen (y estigmatizan) el camino al socialismo de Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay..., del frustrado de Honduras (por el peor enemigo de los pueblos: Estados Unidos), de los países nórdicos...

Tenía una leve admiración por su columna; a partir de hoy se desvaneció.

Víctor López Erazo

jueves, 15 de abril de 2010

Epigrama de Bretón.

Manuel Bretón de los Herreros dirigió a una vecina suya, con ínfulas de escritora, el epigrama siguiente:

Una obra ha dado Inés,
os lo juro por la cruz.
Yo no diré qué obra es
mas sí que la ha dado a luz.

miércoles, 14 de abril de 2010

Música para ver.

Comentario de un asistente al concierto de Pepe Romero con la Orquesta Sinfónica de Colombia, el 1 de abril de 2010 en el Teatro Municipal de Popayán, ante el gobernador:
“¡Qué tal esa primer violín!”
La violinista era alta, bonita y muy histriónica; seguramente se refería a este atributo. La música, como centro fundamental, había perdido protagonismo. Razón de más para entender que el público asimila las formas y descuida el fondo artístico. 

lunes, 12 de abril de 2010

Algo de Política.

Alguna vez dijo Estanislao Zuleta, el filósofo colombiano muy poco reconocido por los estamentos de poder, que “el sindicalismo es el hijo bastardo del capitalismo al que éste no reconoce”.
Así como el sindicalismo, hay otros hijos del capitalismo, bastardos y legítimos. La lista es larga y nos sirve para establecer que todos los cambios que proponen políticos, académicos, filósofos y otros,  no pasan de ser leves reformas para seguir igual. Porque la causa de nuestros males no se toca: el capitalismo sigue vigente.
Veamos una lista parcial de los hijos del capitalismo: La propiedad, la delincuencia, la corrupción, la guerra, el terrorismo, la pobreza, el hambre, la ignorancia, el egoísmo, la envidia, la depredación, la competencia.

El cimiento económico del capitalismo es la propiedad privada; el fundamento ético, el egoísmo. A partir de aquí se procrean los otros hijos que he citado y que son inherentes a su estructura.
Es natural en el capitalismo que, al asentarse sobre la propiedad privada, se destaque la actividad de la empresa privada como generadora de riqueza; también genera, con mayor eficacia, desigualdad y pobreza. Desigualdad que se manifiesta en delincuencia, terrorismo y guerra. La empresa privada, según los gurús de la economía, casi todos gringos, es la única forma de lograr avances en la ciencia, el comercio y la vida social (como si no existieran otras). Se estimula la competencia que no es otra cosa que arrollar al débil, eliminar al incompetente, hacer trampas, coger el atajo, sobornar. Las grandes riquezas del mundo están soportadas por una, aún mayor, pobreza. La prosperidad de Europa se debe a la hambruna de África; la condición de potencia, la debe Estados Unidos a la tragedia de América Latina. De esta última afirmación citemos dos ejemplos recientes: la guerra promovida contra México, le escrituró a Estados Unidos, California, Arizona,  Nuevo México, Texas, estados ricos en recursos naturales y en petróleo; el raponazo a Colombia, de Panamá, con el eufemismo de separación, le otorgó el canal interoceánico, usufructuado por casi cien años en forma directa y ahora, con la administración gratuita de los panameños.

Por todo esto, da risa cuando nuestros políticos nos prometen un cambio; hablan de acabar con la corrupción, con la pobreza, con la desigualdad, con la delincuencia, con el terrorismo, sin acabar con la causa. Por todo esto, igual da risa cuando se reúnen las grandes potencias a tratar el calentamiento global y defender el planeta, cuando son ellas, con su descomunal egoísmo y voracidad de ganancias, que están depredando las selvas y los mares, los ríos y las cordilleras. Nunca van a renunciar a su filosofía de acumulación de riqueza en favor de toda la humanidad  De las potencias no esperemos nada bueno para el planeta.
Pensemos por un momento y, seguro, llegaremos a una conclusión trascendental: la única forma de salvar a la humanidad y a la naturaleza que la sostiene de su extinción total es cambiando radicalmente. No como nos lo dice la publicidad mentirosa: en forma individual, mejorando nuestro comportamiento personal, como si nosotros fuéramos los culpables. No. Cambiar radicalmente, es acabar de raíz con la causa: el capitalismo. 

domingo, 11 de abril de 2010

Un pensamiento de independencia.

En la conferencia "Significados de la independencia" dictada por el historiador Guido Varona el 8 de abril de 2010, en el auditorio del Banco de la República, en Popayán, expresó, éste, el siguiente pensamiento que vendría bien meditarlo:

Estoy de acuerdo con la aseveración de Álvaro Mutis: Colombia no debió haberse independizado. Era preferible ser gobernado por el Despotismo Ilustrado de España y no por los ignorantes despóticos.

sábado, 10 de abril de 2010

Otra de José Dolores:

Por los años de gracia de mil novecientos cuarenta, aparecieron en el balcón de la casona del puente del Humilladero, Baldomero Sanín Cano y Guillermo Valencia, ambos intelectuales de prestigio nacional. A Baldomero le dio por improvisar, ante el público citado y espontáneo de la calle, un elogio al maestro Valencia, donde exhibía epítetos de todos los calibres para ponderar el talento del poeta. Llegó José Dolores, “Catecismo”, en una “juma” descomunal y al oír los lambones calificativos gritó con su atronadora voz de bohemio:
-¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

jueves, 8 de abril de 2010

Inversión segura

De José Dolores Ramos, a quien apodaban “Catecismo”, abundan anécdotas graciosas que se repiten en cada tertulia; una de ellas se refiere a su condición de bebedor empedernido:
Transitaba José Dolores por las calles payanesas adornadas con el boato de los años cincuenta y, preciso, pasó por la residencia de un acaudalado patricio. Este, al ver a “Catecismo” algo cabizbajo le dijo, extendiéndole un billete de a peso (cosa rara en el patricio):
-Toma, “Cate”, pero eso sí, no te lo vas a beber en aguardiente.
-No señor, le aseguro que esto lo invierto en ganadería.

miércoles, 7 de abril de 2010

Hermano duque

Los duques son así. Uno de estos bajó de su mansión castillesca al pueblo cercano y en su recorrido encontró a un joven de extraordinario parecido con él. El duque sorprendido por verse reflejado en el joven como en un espejo, le preguntó hiriente:
-¿De casualidad, su madre no ha trabajado en el castillo?
-No, su excelencia. Pero le aseguro que mi padre, sí.

sábado, 3 de abril de 2010

Envidioso en apuros

Un escritor de reciente lanzamiento y nobles pergaminos, paseaba por una de nuestras ciudades. Como en este país no faltan los envidiosos dentro del mismo gremio, se acercó uno de estos especímenes y le lanzó una expresión de admiración con agravio:
-¡Excelente novela! ¿Quién te la escribió?
El autor, reposado, sacó una frase de su repertorio para devolver el insulto:
-¡Sí, es excelente no hay duda! ¡Celebro tu buen gusto! ¿Quién te la leyó?