Para que vean que todo lo moderno no es bueno. En Medellín se nos enfermó “El indio” -así le decimos a mi hermano acanelado que parece inca nacido en Tóez- de un ojo. Lo tenía rojo y no veía ni el Metro. Buscamos un remedio que se llama Garasone, gotas, en la primera farmacia que encontramos, moderna, limpia y con unos diligentes empleados.
-Señor, ¿tiene Garasone en gotas?
-Ya le digo.
El empleado fue hacia un aparato que se llama ordenador; tecleó el nombre, el código y no sé qué otras vainas, y se demoró porque no aparecía la respuesta. Volvió hacia nosotros y nos preguntó:
-¿Seguro que el remedio que buscan se llama así?
-Sí. Se llama Garasone.
-¡Ah! Yo lo busqué como Pasarone.
Volvió a enfrentarse al ordenador, que en esta oportunidad le respondió.
-Sí, lo tenemos.
-¿Cuánto vale?
El diligente empleado otra vez tecleó el nombre, el código y no sé qué otras vainas, y le preguntó al ordenador el precio.
-Es “cariñosito”, vale treinta y ocho mil pesos.
-Gracias, señor.
Nos pareció caro y buscamos otra farmacia; dimos con una por los lados de Carabobo atestada de remedios, modesta, con dos empleados, medio oscura, que no tenía ordenador.
-Señor, ¿tiene Garasone en gotas?
De inmediato el dependiente respondió dirigiéndose al sitio donde estaba el medicamento:
-Sí, lo tenemos, vale treinta y dos mil pesos.
Nos lo mostró, lo compramos y le echamos las primeras gotas a “El indio”, que dijo descansado:
-Me refrescó, ya veo mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario