El paro cafetero que empezó el 25 de febrero de 2013, y
aún continúa, empieza a descubrir verdades políticas. Una de ellas es la
ausencia de liderazgo de la llamada clase dirigente colombiana, que no es
política sino oportunista, arribista y delincuencial.
Desde el año pasado los cafeteros del campo, los
dirigentes populares –diferentes a la burocrática Federación Nacional de
Cafeteros– clamaban porque los escuchara el gobierno sobre su angustiosa
situación económica. Pero el gobierno de Santos, en complicidad con la
Federación, antepuso su soberbia y arrogancia para negar ese diálogo. Hoy,
cuando el paro completa 10 días y sus consecuencias son desastrosas, plantea el
Ministro de Defensa –que más parece de Guerra– que el mejor camino para la
solución de conflictos es el diálogo, según la política trazada por el
presidente Santos. ¡Qué desfachatez! El ministro que mejor interpreta a los
militares en su lenguaje de terror y violencia, es el mismo que ahora expone el
diálogo como solución. ¡Hasta me da escalofrío!
Los llamados políticos, que aspiran a ser elegidos y
reelegidos en las próximas elecciones, navegaron en un mutismo total, señal de
que no tienen propuestas y, menos, ascendencia sobre amplios sectores de la
población. Queda claro que son elegidos por minorías ignorantes o clientelas
amarradas, mientras el grueso de los votantes, superior al 60%, se abstiene de
ir a las urnas.
Este paro cafetero nos indica que entre los elegidos a
las corporaciones públicas hay una clara ilegitimidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario