Otro doctor, que tenía más títulos que una fábrica de
lápidas, llegó al único restaurante que tenía Almaguer, Cauca, por esos tiempos
de mulas, caballos y bueyes, con su
flamante cartón de ingeniero químico.
Entonces pidió algo novedoso:
-Tráigame un vaso de Hache dos O.
La dependiente se extrañó y le comunicó a la dueña la
novedad. De inmediato ésta pasó al internado femenino y le preguntó a la
directora, quien le aclaró que eso era simplemente agua.
La dueña, en persona, sirvió el agua en un vaso de cristal
con un pitillo.
El doctor se extrañó y trató de corregirla:
-¿Y para qué me sirve el Hache dos O con un pitillo?
-Para que se lo meta por el Ce – U – eLe – O
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