En la esquina de la torre del reloj de Popayán,
Colombia, se hacía un artista que dominaba el movimiento corporal disfrazado de
momia, con la intención de conseguir unos pesos del público que admiraba su
talento de estatua viva.
Había transcurrido media mañana, cuando un gamín, se
alzó con la alcancía de los aportes y salió a correr. De inmediato la momia
recuperó el movimiento y en veloz carrera, alcanzó al pelafustán y recuperó el
producto de su esfuerzo.
Esa vez, las gentes no lo podían creer: Existía una
momia que corría más rápido que un pequeño ladrón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario