En Colombia, tanto en salud como en educación, se
proponen reformas para seguir igual.
Aquí, en el Cauca le dio al gobernador por proponer el
aumento del número de años del bachillerato (o secundaria) de 11 a 13. La razón
expuesta es porque en Italia se hace así. Al paso que vamos éste será un país
de eternos estudiantes si a los 13 años de secundaria le agregamos los 5 o 6 de
carrera y otros 5 o 6 de especialización. Tendremos especialistas que se ganan
su primer sueldo a los 30 o 35 años de edad. ¡Qué desperdicio de juventud! ¡Qué
grandes ganancias para los mercaderes internacionales de la educación!
Una reforma educativa seria, debe apuntar a tres
aspectos:
Disminuir
el número de años de estudios primarios y secundarios.
Orientar
por áreas de conocimiento a partir de un ciclo básico de secundaria.
Eliminar
las pruebas fuera de los planteles de educación.
Sobre el primer punto, debe tenerse en cuenta la
capacidad de asimilación del niño y el joven, que ahora es mayor, y los conocimientos
que realmente le sirvan para su formación.
En el segundo punto, debe implementarse un ciclo
básico de secundaria obligatorio que se puede hacer en tres años donde se
aprenda los fundamentos de matemáticas, lenguaje escrito, ciencias sociales, ciencias
biológicas y artes. A partir de este ciclo crear otro por áreas de vocación:
quienes se inclinen por las ingenierías, deben estudiar las materias afines
como matemáticas de segundo grado de complejidad, lógica, lenguaje escrito,
dibujo técnico, legislación empresarial y de contratación etc.; igual con los
estudiantes de las otras áreas. Hecho esto con rigor científico, podríamos
alcanzar un grado de superación académica y tendríamos menos estudiantes
frustrados y más jóvenes.
Llegado al tercer punto, si se implementa una cultura
de excelencia académica en los colegios, deben eliminarse las pruebas de
Estado: es suficiente y confiable haber egresado de una institución secundaria
y sería éste el único requisito para ingresar a la universidad.
Esta es una, entre múltiples ideas, y apunta a
eliminar materias inocuas, inútiles que prolongan y aburren la vida del
estudiante. Claro que soy consciente de que estas reformas no se alcanzarán en
nuestro país, mientras exista y nos gobierne un sistema político excluyente.
Escribiendo esto me acuerdo de una sentencia de José
Saramago:
“Es hora de aullar, porque
si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por
contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”.
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