En plena sesión de cuenta chistes, un atrevido
imprudente contó uno de doña Ismaelina en el auditorio del Orfeón Obrero,
delante de sus hijas y nietos.
Resulta que doña Ismaelina se murió de vejez y luego,
por la pena, la siguió su marido. Éste llegó al cielo y preguntó por su mujer.
El secretario de San Pedro revisó las actas de ingreso y no encontró a doña
Ismaelina por ninguna parte.
El marido fue al purgatorio y allí también revisaron
las actas y la razón fue contundente: No está.
Quedaba el infierno. Allí don Sata revisó y revisó y
tampoco encontró ningún ingreso de doña Ismaelina. Ya triste su marido y
piadoso don Satanás, le preguntó qué hacía ella en la tierra cuando estaba
viva.
-Pues ella prestaba plata.
-¿A qué interés?- quiso aclarar el Demonio.
-Al 15 por ciento.
Entonces el Diablo, sabio, dedujo la razón por la cual
no estaba en los listados:
-¡Ya sé! No está en ninguna parte porque, con esos
intereses, esa vieja no tenía alma.
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