viernes, 4 de enero de 2013

Popayán, futuro cierto


Hace unos pocos días me sorprendió una cifra que dio un funcionario, que tiene por qué saberla: me dijo que el 60% de los habitantes de Popayán no son nacidos aquí.

Esta aseveración nos mueve a la reflexión sobre el futuro de nuestra ciudad.

Antes de exponer juicios, es necesario citar lo dicho por el cantante español Joan Manuel Serrat: “Uno es, de donde le puede dar de comer a los hijos”. Un paisa también tenía su propia apreciación: “Uno es, de donde le va bien”. Ahora, con el fallo de la Corte Internacional de Justicia, los nativos de San Andrés van a optar por la doble nacionalidad; serán por varios años colombianos y nicaragüenses, hasta que al final se quedarán con el país que les otorgue mejores condiciones de vida. 

Es una ley natural.

En el caso de Popayán, la ciudad es atractiva para los visitantes; tiene una belleza única y los empresarios del turismo la ven como una oportunidad con ventajas comparativas y competitivas excepcionales, extendidas al departamento del Cauca. También tiene una  riqueza, inexplotada, en la educación superior y en la cultura que, puesta al servicio de la ciudad y el Cauca, nos relanzará hacia el progreso bien entendido, que no es otra cosa que el bienestar de sus gentes.  Me atrevo a asegurar que, entre otros, estos dos factores han permitido el asentamiento de otro tipo de ciudadanos con visión de futuro. Si esto es así, estaremos próximos a crear una sociedad nueva que conserve lo que caracterizó a la ciudad e implante una cultura de progreso donde artistas, científicos y profesionales tengan su formación y reconocimiento.

Tampoco es negativo que a nuestra ciudad vengan desplazados por cualquier motivo. Allí también hay una gran oportunidad que la historia se ha encargado de registrar en los casos de refugiados de conflictos como la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, y en Colombia la colonización antioqueña. Ellos contribuyeron al progreso de los países y regiones que los acogieron.

Popayán ya no es el mismo que era antes del terremoto de 1983; debemos aceptarlo. Ahora tenemos que afrontar una nueva sociedad que esperamos sea tan grande, o superior a la anterior.

Sólo falta que nuestros gobernantes lo entiendan y actúen con grandeza.

¿Será mucho pedirles?

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