Hace unos pocos días me sorprendió una cifra que dio
un funcionario, que tiene por qué saberla: me dijo que el 60% de los habitantes
de Popayán no son nacidos aquí.
Esta aseveración nos mueve a la reflexión sobre el
futuro de nuestra ciudad.
Antes de exponer juicios, es necesario citar lo dicho
por el cantante español Joan Manuel Serrat: “Uno es, de donde le puede dar de
comer a los hijos”. Un paisa también tenía su propia apreciación: “Uno es, de
donde le va bien”. Ahora, con el fallo de la Corte Internacional de Justicia,
los nativos de San Andrés van a optar por la doble nacionalidad; serán por
varios años colombianos y nicaragüenses, hasta que al final se quedarán con el
país que les otorgue mejores condiciones de vida.
Es una ley natural.
En el caso de Popayán, la ciudad es atractiva para los
visitantes; tiene una belleza única y los empresarios del turismo la ven como
una oportunidad con ventajas comparativas y competitivas excepcionales,
extendidas al departamento del Cauca. También tiene una riqueza, inexplotada, en la educación superior
y en la cultura que, puesta al servicio de la ciudad y el Cauca, nos relanzará
hacia el progreso bien entendido, que no es otra cosa que el bienestar de sus
gentes. Me atrevo a asegurar que, entre
otros, estos dos factores han permitido el asentamiento de otro tipo de
ciudadanos con visión de futuro. Si esto es así, estaremos próximos a crear una
sociedad nueva que conserve lo que caracterizó a la ciudad e implante una
cultura de progreso donde artistas, científicos y profesionales tengan su
formación y reconocimiento.
Tampoco es negativo que a nuestra ciudad vengan
desplazados por cualquier motivo. Allí también hay una gran oportunidad que la
historia se ha encargado de registrar en los casos de refugiados de conflictos
como la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, y en Colombia la
colonización antioqueña. Ellos contribuyeron al progreso de los países y
regiones que los acogieron.
Popayán ya no es el mismo que era antes del terremoto
de 1983; debemos aceptarlo. Ahora tenemos que afrontar una nueva sociedad que
esperamos sea tan grande, o superior a la anterior.
Sólo falta que nuestros gobernantes lo entiendan y
actúen con grandeza.
¿Será mucho pedirles?
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