A pesar de saber que “el que anda con indios es como
andar solo”, Fidelina resolvió ir a Buenaventura de paseo con su marido,
Mueses, más ordinario que pudín servido en escudilla.
En uno de los puentes había un concurso singular por
el que pagaban al ganador un millón de pesos. La prueba consistía en clavar, desde
el puente, en las aguas de la bahía y sostener la respiración. Quien aguantara
más resuello ganaba.
Pues el indio Mueses se tiró al agua con un poco de
negros; pasaron dos minutos y salían negros; dos minutos y medio y salían
negros, y el indio, nada; pasaron tres minutos y salieron todos los negros;
hasta que Fidelina, en la seguridad de que ya era viuda se retiró del puente y
dijo:
-Al fin me libré de ese indio y me ahorré el entierro.
Acabó de decir esto cuando un atronador aplauso señaló
que salía el indio Mueses a la superficie. Había ganado el concurso.
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