miércoles, 29 de febrero de 2012

La música colombiana, pobre música


Si la cultura es el alma de los pueblos, la música es la exaltación de esa alma. A un pueblo lo identifica y lo caracteriza su música.

La música es la impronta de una comunidad, imprime el carácter de sus gentes, destaca la fortaleza de su clase. Esto lo saben, entre muchos pueblos, los argentinos con su tango; los mexicanos con sus rancheras; los austriacos con sus valses; los españoles con sus pasodobles.
Nosotros los colombianos, que tenemos una inmensa variedad de ritmos, que tenemos una riqueza musical envidiable, dejamos a un lado ese tesoro para tararear canciones gringas con el pretexto de la modernidad. El colmo: hasta los jóvenes dicen que hay que ser viejo para que le guste la música colombiana.

México nos dio el ejemplo en los años sesenta del siglo veinte: el compositor José Alfredo Jiménez con su bella producción musical contrarrestó la fuerte influencia de la música norteamericana e inglesa y afianzó la nacionalidad. El gobierno mexicano aportó su autoridad para proteger y fomentar a sus artistas que todavía gozan de prerrogativas que los ubica como privilegiados, como debe ser. 

En Colombia los artistas están desprotegidos y lo estarán aún más con el tratado de libre comercio con Estados Unidos, que reconocerá sus derechos por pocos años y luego los explotará para enriquecer a empresarios extranjeros inescrupulosos. Nuestras canciones se pasarán al inglés y se venderán como originales gringas.

Recientemente el gobierno de Colombia rindió un homenaje al músico Lucho Bermúdez, merecido, aunque tardío. El homenaje consistió en pergaminos y medallas, ninguna difusión de su música, ninguna ley que ampare al artista colombiano ni siquiera de protección social en vida, ninguna ley que obligue a los medios sonoros a difundir la música nuestra que muchos jóvenes desconocen.

Y algo más deprimente.

Es claro que para triunfar como artista musical en Colombia es condición necesaria y suficiente ser hijo de magnate; ahí están los ejemplos de Shakira y Juanes. Los demás artistas, que son superiores en calidad, sólo alcanzan el manoseo de medios televisivos que los usan para aumentar su sintonía y sus ventas, y la otra mayoría de artistas dotados, deben traicionar su nacionalidad y apuntarse a componer canciones en inglés, para no morirse de hambre.

Así las cosas, volvemos a repetir lo que alguna vez afirmamos: Desgraciado el país que maltrata a sus artistas.

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