miércoles, 22 de febrero de 2012

Coincidencias históricas


En vísperas del año crucial de 1789, en la Francia de Luis XVI, son muchas las similitudes con la Colombia de hoy.

Veamos algunas:

Quienes aportaban al fisco francés, mediante impuestos, eran la clase media y la clase pobre. Los ricos no tributaban en Francia, estaban exentos.
En Colombia, las llamadas Fundaciones, producen el efecto de no tributación del gran empresariado, con el beneficio de aumentar sus capitales, por otras vías, con el consentimiento del Estado.

La Francia era un ejemplo en Europa de un reino pusilánime, donde campeaba la corrupción. A pesar de las buenas intenciones del rey Luis XVI, de reformar la administración para mejorar las condiciones de comerciantes y campesinos, sus intenciones chocaron con los intereses del clero y los grandes aristócratas, lo cual condujo a un descontento social progresivo.
 En Colombia, no hay un día que no surja un nuevo escándalo de corrupción, pero todo queda en la mera denuncia. Se volvió cultura participar de la corrupción y posar de eminencia, aún en la cárcel, con prebendas y beneficios.

En Francia se acentuó la desocupación, hasta alcanzar proporciones desastrosas en París,  en los centros textiles de Lyon y en el norte, como consecuencia del tratado de libre comercio firmado con Gran Bretaña en 1786. Ese tratado afectó por igual a productores y consumidores, campesinos e industriales: los llevó a la ruina.
En Colombia, aún falta por ver las consecuencias del tratado de libre comercio con Estados Unidos, que entrará en vigencia en pocos meses, pero ya se observa con Canadá: la minería extensiva de los canadienses nos está dejando sin tierras, sin páramos y sin agua y se está desplazando a humildes mineros, que existen hace más de cien años, tildándolos de ilegales.

Hay otras coincidencias, no menos graves, –como el aumento de la delincuencia y la criminalidad– que podrían llegar a reiterar la prédica de que “la historia se repite”, sin embargo este ejercicio lo hacemos porque, de algo nos sirve la historia. No es solamente una referencia pasada, intrascendente, es la vida de los pueblos que son dinámicos en su grandeza o pequeñez.

Colombia, como toda nación joven, aún está escribiendo su propia historia. Falta mucho para llegar a ese clímax de la toma de La Bastilla como la supresión de un símbolo tiránico, pero nos produce escalofrío lo que está sucediendo aquí, en nuestro país, y en el mundo, del cual dependemos.

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