El
arte, como suprema expresión del genio humano, debe estar por encima de
cualquier interés político y religioso.
Esta
afirmación es conveniente recordarla a propósito del llamado Hay Festival,
encuentro de literatura realizado el fin de semana último en Cartagena.
Me dio
pesar, por el futuro de las artes en Colombia, escuchar declaraciones de los
artistas, en este caso escritores; unos viejos, a quienes se les podría
atribuir senilidad política y otros jóvenes –y es lo más triste– pensando como
sus caducos orientadores. Los escritores –especialmente los jóvenes– deben ser
conscientes de que su orientación política apunta a su fuero privado y su arte se
debe al público, sin contaminación política ni religiosa. Tampoco se trata de
hacer el arte por el arte; se trata de testificar una época, la misma que vive
el artista.
Voy a
citar ejemplos insignes para ilustrar el asunto:
Miguel
Ángel, el genio italiano, creó esculturas bellísimas de personajes bíblicos.
Las esculturas están hechas para verlas y disfrutarlas como arte, nunca para
propiciar un adoctrinamiento religioso. Son admiradas por los turistas de todas
las religiones, que viajan a Italia.
Jorge
Luís Borges, con su literatura expone el arte de narrar en su grado máximo con
imaginación, lenguaje preciso e ideas universales. Su orientación política, que
se sitúa a la derecha, no penetra en sus textos. Alguna vez cometió el error de
alinearse públicamente con la junta militar de Argentina y por el rechazo tan
fuerte de sus propios lectores, corrigió esa decisión; después, cuando lo
abordaban los periodistas para hacerle definir su ideología política, hacía uso
de la ironía para evitar compromisos incómodos. Su tendencia política la dejó
en el clóset privado.
En el
Hay Festival de Cartagena, el señor Carlos Fuentes, escritor mexicano, se
atrevió a afirmar que el señor Juan Manuel Santos es el mejor presidente de
América Latina.
Sin
conocer sus obras, me asaltan dos inquietudes: El señor Fuentes es un político
que escribe, o un escritor que debe su éxito a las lisonjas que reparte. En
ninguno de los dos casos podemos encontrar el arte.
Lo
grave del asunto es que escritores nuevos como Santiago Gamboa y Juan Gabriel
Vásquez, colombianos de prestigio bien ganado, sigan por la misma senda trazada
por estos viejos equivocados, que creen haber cruzado la línea de la excelencia
y se otorgan licencia hasta para manosear el arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario