En épocas remotas del Club Popayán, cuando los socios eran menos y pagaban más, lo administraba Gerardo Castrillón quien, fiel a su estirpe, no desperdiciaba ocasión para burlarse de cualquier acontecimiento. Hubo uno que congregó a la ciudadanía pues se trataba de un matrimonio judío, algo nunca visto por estos lugares cristianos. Para el efecto, los contrayentes habían traído desde Jerusalén a un anciano rabino, venerable vejestorio como de las épocas de la crucifixión, que ofició la ceremonia en el primer piso del club. Como los vientos en Popayán son intempestivos y fríos, alguien sugirió a Gerardo cerrar las ventanas para evitar un resfriado al sacerdote. Cuando el administrador se aprestaba a cumplir el mandado, los ciudadanos agolpados en las ventanas le pidieron que no las cerrara para ver la ceremonia, pero Gerardo les explicó: “Lo siento mucho pero me mandan que cierre porque se les enfría el rabino”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario