En una vieja Semana Santa, vino de visita a Popayán una dama que tenía de interesante ser la representante para América Latina de los Hoteles Hilton. Conoció las procesiones nocturnas, los museos, las iglesias católicas, los monumentos muertos y vivos. Y también conoció a Guido Enríquez, quien le manifestó que aquí había un hotel Hilton.
-No puede ser –dijo la dama–, nosotros no hemos extendido una franquicia hasta esta bella ciudad.
-Pues le aseguro que sí –insistió Guido–.
-Me gustaría conocerlo porque puede tratarse de una usurpación a nuestro buen nombre.
-Acompáñeme –la invitó Guido–, queda a unas tres cuadras de aquí, desde el Banco de la República.
Bajaron por el puente de “El humilladero”, caminaron unos cien metros más, hasta el barrio Bolívar, y sí, efectivamente, vieron el hotel y el aviso en perfecto castellano que decía:
“Hotel Jilton
Piezas a 10 mil pesos con baño privado y Betamáx”
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