De la vieja Empresa Nacional de Telecomunicaciones quedan despojos y recuerdos. Cuando adelantábamos el primer Plan de Telefonía Rural y después de instalar el nuevo servicio telefónico en Arbela (corregimiento del municipio de La Vega), que reemplazaba al teléfono de magneto por el teléfono remoto automático por línea física, dependiendo de la central telefónica de Timbío (Cauca), la comunidad nos invitó a un almuerzo con sancocho de gallina. Nos sentamos a manteles, en una mesa larga, el supervisor de líneas Gonzalo Gómez Gallo, los guardalíneas, los obreros y técnicos. Nos sirvieron un auténtico festín en agradecimiento por el nuevo avance tecnológico. El supervisor destilaba felicidad por el trabajo hecho y se desparramó en gracia, como niño chiquito con babero nuevo. Vio cómo al compañero de mesa, Lucio Paz, le sirvieron un pernil de gallina descomunal que desbordaba el plato y, como hacen los graciosos imprudentes, desvió la atención de Lucio para tomar la presa, con su mano, y esconderla debajo de la mesa. El toque humorístico se acrecentó porque, debajo de la mesa, velaba un perro pastor alemán que, ni corto ni perezoso, tomó en sus mandíbulas el pernil servido. De inmediato Gómez Gallo se levantó a perseguir al perro para quitarle la presa arrebatada, pero el animal era muy ágil y desapareció en la espesura del patio trasero de la casa. Todos los comensales reían a carcajadas por la acción del Supervisor tras el perro, y Lucio, sin percatarse del primer suceso, atinó a preguntar:
-¿Y qué le pasa a ese viejo pendejo?
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