miércoles, 22 de agosto de 2012

¿Estaremos próximos a la estupidez?


En Colombia es costumbre, elevada a ley, que un funcionario adquiera sabiduría cuando ocupa un cargo de poder.

Por eso vemos ministros que se atreven con la filosofía, cuando son economistas de papel; gobernadores que dictan normas económicas cuando ni siquiera saben manejar la economía del hogar; alcaldes que saben más que los ingenieros civiles, siendo escasamente abogados sin ejercer; y, recientemente, jefes de gobierno que sientan tesis socio-políticas que no se les había ocurrido ni a Winston Churchill, ni menos al dictador Hitler.

Sucedió con el actual presidente de Colombia que lo dijo bien clarito, sin lugar a dudas y vacilaciones: “Si no hubiera periodismo, no habría terrorismo”.
Para quienes gustan de expresarse con lugares comunes, esa declaración es un ejemplo certero de coger el rábano por las hojas. Como aquella, ya clásica, de que el culpable de la infidelidad, es el sofá. O como esa otra, reciente, de nuestra ministra de relaciones exteriores, que ya ocupa lugar destacado en las páginas graciosas de la Internet: “Donde hay un hombre, hay prostitución”.

A veces nos hacemos la pregunta sobre si la estupidez es una peste nacional donde estamos cayendo todos los colombianos, desde gobernantes que hablan bobadas, hasta gobernados que les creen. Si extraviamos el norte de la razón y de la lógica, podríamos asegurar que estamos absolutamente perdidos y en ese caso vamos a llegar con excesiva facilidad a cualquier fanatismo, que no es otra cosa que no querer pensar, para que otros piensen por nosotros.

Tal parece que el debate nacional, la discusión de las ideas, ha cedido el paso al facilismo elemental de aceptar lo que diga el patrón, sin objeciones.

Un país que no debate sus problemas públicamente, que no confronta dialécticamente a sus gobernantes, nunca alcanzará ese grado de compromiso de los políticos y sus gobernados, y las soluciones  las dará el menos apto de esos políticos y, seguro, el más fanático.

Colombia ya afronta una tragedia, pero puede sobrevenir una tragedia mayor por la desesperación de resolverla. Deseamos, en este punto de la historia, que las mentes más claras de Colombia se impongan sobre la estupidez.

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