Es
verdad sabida: la prosperidad de Europa se debió a la pobreza de África.
Ahora
hay decadencia europea porque no hay muchas riquezas que saquear del África.
Además, la fórmula adoptada por los europeos para penetrar al continente negro
se está volviendo en su contra.
Los
europeos penetraron con ideología y religión que transformó a los africanos, un
pueblo unido y sin guerras, en otro pueblo dividido por sectas religiosas, por
la propiedad minifundista, y destructor de sí mismo. En medio de esa anarquía
sembrada por los europeos, aparecieron estos como salvadores y amos de los
negros, de tal suerte que hasta les otorgaron las propiedades sobre los
recursos minerales más valiosos. Los ejércitos europeos aparentemente
controlaban el orden público, pero en realidad lo que hacían era establecer
corredores de tráfico de diamantes, de marfil, de oro, de esclavos; y
recientemente de minerales radioactivos, fundamentales para la industria
electrónica.
Cuando
afirmo que esa política, implantada hace cientos de años por Europa en el
África, se está volviendo en su contra, es porque los rebeldes y los ejércitos
africanos ya no permiten la libre movilidad de los europeos y propician, con la
violencia de las armas, la aparición de desplazados y emigrantes sobre los países
colonizadores.
Dado
que la riqueza no fluye, como en los viejos tiempos, de África a Europa,
entonces, sobreviene la decadencia europea.
En
América sucede algo similar por tener igual política. Estados Unidos debe su
prosperidad a la pobreza de América Latina.
Desde
los tiempos de Simón Bolívar, los norteamericanos implantaron una política de penetración
ideológica y de despojo sobre nuestros pueblos. Para nadie es un secreto que el
Pentágono está unido a fundaciones religiosas de extrema derecha que hacen su
trabajo desde principios del siglo pasado sobre la población, para dividirla.
Como clásico ejemplo está el convenio de 1962 suscrito entre el gobierno
colombiano y el llamado Instituto Lingüístico de Verano, institución
norteamericana que bajo el pretexto de estudiar las lenguas aborígenes, hizo
exploración de nuestros recursos naturales, adoctrinó a indígenas para su causa
y propició la división mortal entre etnias. Este trabajo hoy lo siguen haciendo
las sectas religiosas norteamericanas.
El
resultado está a la vista: ahora vemos indios divididos hasta para almorzar y
ciudadanos colombianos tomando partido por causas ajenas.
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