miércoles, 29 de agosto de 2012

Envidia que da miedo


La envidia es natural en el ser humano, pero llega a ser un mortal defecto cuando se usa con claro objetivo político.

En nuestro país, los gobiernos han apelado a la envidia para justificar decisiones injustas, para cerrar empresas estatales, para propiciar enfrentamientos entre ciudadanos.

No está lejos, cuando el gobierno de turno (que parece el mismo perro con diferente collar), apoyado en la gran prensa aliada de sus desmanes, citaba que una señora empleada de Ecopetrol en sus instalaciones del Magdalena Medio ganaba mensualmente millón y medio de pesos, repartiendo tintos a los empleados. Presentada así la información, despertaba la envidia de otros empleados del país que sólo ganaban el salario mínimo, incluidos profesionales. Se creaba, entonces, un clima propicio para arrasar con nuestra mayor empresa estatal. Afortunadamente lograron despedazarla pero no acabarla, con el aplauso de millones de colombianos envidiosos. La prensa no decía que la señora de los tintos era una excepción, que operaba en un clima de infierno, que estaba expuesta a enfermedades tropicales, que tenía sus hijos lejos, y que hacía otras labores más importantes que repartir tintos. Aquí era importante resaltar el tamaño del salario por una labor fácil. Eso causa envidia.

Las prebendas que el gobierno otorga a los indígenas desatan la envidia de los campesinos y los negros, y hasta la de nuestra endeble clase media, y ya vemos cuántos réditos políticos les da a los gobiernos de turno, que hasta justifican los atropellos.

Ahora tenemos un caso internacional de envidia.

El señor Lance Armstrong, ciclista profesional ganador de las más importantes carreras del mundo, de pruebas olímpicas, que lo ubican como el mayor ciclista del mundo, después de haber afrontado todas las pruebas científicas de dopaje en su  momento –saliendo limpio en todas ellas–, luego de 7 años, vienen a cuestionar su deportivismo, con pruebas testimoniales. Testimonios de amigos y ciclistas rivales, que no lo alcanzaron ni en la carretera.

¡Hasta dónde llega la envidia!

Ahora solo falta que la UCI (Unión ciclística internacional) de crédito a unos envidiosos que intentan despojarlo de todos sus títulos.

Sería la primera vez que la envidia le gane a la ciencia.

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