Una
señora, recatada, vestida de blanco inmaculado, que siempre abordaba el bus y
pedía que la llevaran por la tercera parte del valor, llegó a una silla que
consideró empolvada y exigió al conductor que le pasara algo con qué limpiarla.
El conductor le pasó un trapo, oscuro, que había sido rojo y estaba untado de grasa.
La señora se ofuscó:
-¡Ese
trapo está más sucio que la silla!
-Señora,
no hay más y por el precio que paga, menos–. Respondió el conductor.
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