miércoles, 2 de mayo de 2012

Otra vez los accidentes de tránsito


Duele, con dolor impotente, que haya muertos jóvenes en absurdos accidentes de tránsito. La semana pasada fueron cuatro jóvenes enfermeras que hacían estudios superiores en Popayán y laboraban en Santander de Quilichao.

Siempre se atribuye a imprudencia de los conductores esas nefastas consecuencias y hay en ello mucho de razón. Pero también hay que considerar otros aspectos donde tiene cabida la responsabilidad de un Estado.

La llamada autopista panamericana es panamericana pero no es autopista. No puede serlo una vía de una calzada, con excesivas y peligrosas curvas, por terrenos montañosos, con alto tráfico pesado y liviano, con un trazado hecho por políticos y no por ingenieros.

Para ser de verdad una autopista panamericana debe tener especificaciones tales como doble calzada de mínimo tres carriles, construida preferiblemente sobre valles –en este caso los valles de los ríos Cauca y Patía–, con bahías de descanso, con señalización técnica, que esté acorde con las nuevas especificaciones de los vehículos modernos. Pero en nuestro Estado, donde todas las obras las ejecuta la corrupción, los ingenieros de vías no tienen cabida. Aquí se volvió demasiado pedir, carreteras y vías modernas  porque el dinero no alcanza para construirlas y satisfacer los bolsillos de los políticos corruptos enquistados en el poder.

Así las cosas, se volvió utopía la doble calzada Santander de Quilichao–Popayán–Ipiales, la carretera al mar, la carretera Popayán–Neiva, la simple variante Timbío–El Estanquillo. Sin embargo nos meten el cuento de la competitividad internacional frente a países como Ecuador y Venezuela, donde sí hay verdaderas autopistas.

No se debe desconocer la responsabilidad de un Estado que lleva más de diez años de atraso en vías de comunicación y conduce a incongruencias como transitar con vehículos de altas especificaciones por verdaderas trochas.

Nos duele la indolencia de nuestro Estado, pero más nos duele la muerte de una juventud promisoria, a causa de esa indolencia.

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