El
ser humano durante siglos ha engañado y ha sido engañado.
Ha inventado para
contradecir a la naturaleza y ha descendido a la bajeza de la brutalidad para
complacer a sus verdugos.
Hoy,
en este nuevo milenio, la situación sigue igual pero la tendencia es de cambio
absoluto mediante un salto de civilización.
El
hombre ha inventado la política, la religión, la ciencia, el arte, la guerra,
la justicia... El hombre no ha inventado la fauna, la flora, el clima, la naturaleza
humana, la condición femenina, la salud, el ciclo vital... El hombre no ha
inventado la vida.
Sin
embargo el hombre legisla sobre la vida.
Si el
hombre fuera sabio dejaría que fluyera la vida naturalmente, pero se inventó la
guerra para matar, y la teoría para justificarla. El hombre inventó los
derechos humanos y detrás de ellos, los defensores de esos derechos. Bastaría
con dejar la vida en su desarrollo natural, conceder a la vida la suprema
importancia que tiene, para evitar defensores de lo indefendible.
Este
es el cambio que se avecina en el tercer milenio.
Un
pequeño ejemplo nos puede indicar la incongruencia de las leyes inventadas
frente a las leyes naturales, no inventadas.
Los
médicos están entrenados para proteger la vida del ser humano, de las
enfermedades o de los accidentes. La suprema razón de existir del médico es la
conservación de la vida. Cuando un cirujano asiste a un paciente, utiliza todo
su conocimiento y todas sus habilidades para protegerlo de la muerte y si, pese
a ese esfuerzo, el paciente fallece por causas inherentes a la ley natural,
muchas veces impredecibles, empieza la ley inventada como justicia, a juzgar a
ese médico como si fuera algo parecido a un criminal. Y tenemos un juicio
parcializado por cualquier arista que se lo mire. Quien acusa es un abogado,
quien juzga es un juez, que también es abogado y quien condena es un
magistrado, igual, abogado. El veredicto final cae en ese odioso lugar común:
El juicio se hizo en Derecho. Aquí se está juzgando, con leyes inventadas, una
consecuencia que es natural, impredecible, no inventada. ¡Cuántos médicos
fueron condenados a la cárcel, porque a su bitácora de procedimiento le faltó
un detalle, que no podía escribirse porque el médico estaba en el quirófano luchando contra la muerte!
Para el juez supremo (abogado) es determinante y concluyente el detalle
olvidado por encima de la vida que se intentó salvar.
Hay
muchas incongruencias de la ley inventada, que sería largo enumerar. Pero
citemos una final: En Colombia, si un médico, por su juramento, por su
formación humanista, atiende y le salva la vida a un delincuente o a un
guerrillero, ese médico es señalado de cómplice y, en el peor de los casos, de
criminal.
Sería
conveniente –mientras llega el gran cambio–, que así como los militares claman
por un fuero de protección para sus acciones de guerra, a los médicos se les
otorgara un fuero de protección para sus acciones de defensa de la vida.
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