miércoles, 21 de marzo de 2012

A propósito de la reforma a la justicia


El ser humano durante siglos ha engañado y ha sido engañado. 

Ha inventado para contradecir a la naturaleza y ha descendido a la bajeza de la brutalidad para complacer a sus verdugos.

Hoy, en este nuevo milenio, la situación sigue igual pero la tendencia es de cambio absoluto mediante un salto de civilización.

El hombre ha inventado la política, la religión, la ciencia, el arte, la guerra, la justicia... El hombre no ha inventado la fauna, la flora, el clima, la naturaleza humana, la condición femenina, la salud, el ciclo vital... El hombre no ha inventado la vida.

Sin embargo el hombre legisla sobre la vida.

Si el hombre fuera sabio dejaría que fluyera la vida naturalmente, pero se inventó la guerra para matar, y la teoría para justificarla. El hombre inventó los derechos humanos y detrás de ellos, los defensores de esos derechos. Bastaría con dejar la vida en su desarrollo natural, conceder a la vida la suprema importancia que tiene, para evitar defensores de lo indefendible.

Este es el cambio que se avecina en el tercer milenio.

Un pequeño ejemplo nos puede indicar la incongruencia de las leyes inventadas frente a las leyes naturales, no inventadas.
Los médicos están entrenados para proteger la vida del ser humano, de las enfermedades o de los accidentes. La suprema razón de existir del médico es la conservación de la vida. Cuando un cirujano asiste a un paciente, utiliza todo su conocimiento y todas sus habilidades para protegerlo de la muerte y si, pese a ese esfuerzo, el paciente fallece por causas inherentes a la ley natural, muchas veces impredecibles, empieza la ley inventada como justicia, a juzgar a ese médico como si fuera algo parecido a un criminal. Y tenemos un juicio parcializado por cualquier arista que se lo mire. Quien acusa es un abogado, quien juzga es un juez, que también es abogado y quien condena es un magistrado, igual, abogado. El veredicto final cae en ese odioso lugar común: El juicio se hizo en Derecho. Aquí se está juzgando, con leyes inventadas, una consecuencia que es natural, impredecible, no inventada. ¡Cuántos médicos fueron condenados a la cárcel, porque a su bitácora de procedimiento le faltó un detalle, que no podía escribirse porque el médico estaba  en el quirófano luchando contra la muerte! Para el juez supremo (abogado) es determinante y concluyente el detalle olvidado por encima de la vida que se intentó salvar.

Hay muchas incongruencias de la ley inventada, que sería largo enumerar. Pero citemos una final: En Colombia, si un médico, por su juramento, por su formación humanista, atiende y le salva la vida a un delincuente o a un guerrillero, ese médico es señalado de cómplice y, en el peor de los casos, de criminal.

Sería conveniente –mientras llega el gran cambio–, que así como los militares claman por un fuero de protección para sus acciones de guerra, a los médicos se les otorgara un fuero de protección para sus acciones de defensa de la vida.

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