Hace
unos largos años salía en la prensa nacional una singular caricatura que se
llamaba El extraño mundo de Subuso.
Esa caricatura mostraba escenas raras e inverosímiles que no era posible que
sucedieran en la vida normal; sin embargo desapareció, porque la realidad
colombiana era más exótica que el mundo ese, y ya no tenía gracia que mostraran
como extraño lo que era de común ocurrencia en nuestro país.
Los
recientes acontecimientos, sucedidos en esta Colombia de encanto, me otorgan la
razón y dejan pálido al extraño mundo de
Subuso.
Veamos:
La
Fiscal general de la nación acaba de renunciar irrevocablemente asegurando que
un poder superior, aliado con la prensa nacional, la persiguió. Y nosotros que
creíamos que la Fiscalía era un poder por encima del poder, soportado en la
majestad de la justicia.
La
Ministra de Educación acaba de expedir una directiva que está por encima de la
Constitución Nacional, que ordena que se pague a los educadores sólo el tiempo
laborado. Según la ministra, el educador no tiene derecho a descanso, ni a
permisos, ni a enfermarse, ni a utilizar el tiempo de desplazamiento al
colegio. Aquí tenemos una super-ministra que está por encima de la Ley de leyes
y creemos que por encima de las leyes fisiológicas.
El
presidente de Colombia se ha convertido en el primer ciudadano que denuncia lo
que sucede mal en nuestra Colombia y su gobierno en el gobierno de las
denuncias, no más. Lo grave del asunto es que, por esta actitud presidencial,
ya no hay gobierno a quién cuestionar por las cosas malas que afectan a los
ciudadanos.
Pero
nuestra parroquia no se queda atrás: tenemos un gobernador que afirmó, en una
base militar parecida a las épocas de Vietnam, que detrás de los incontables
soldados que vienen a hacer la guerra en el Cauca, viene también la inversión
social. Es muy extraño que en medio de la guerra se pueda hacer inversión
social, ni Subuso podría explicarlo.
Y de
la parroquia pasamos a la capilla.
En
Popayán se volvió costumbre nombrar como secretarios de tránsito a funcionarios
que no tienen carro o, si lo tienen, no manejan, o maneja la mujer. Es la única
explicación posible para tanto trancón que hay en la ciudad sin solución a la
vista.
Definitivamente
es superior, en rareza, el extraño mundo de Colombia al extraño mundo de Subuso.
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