miércoles, 14 de marzo de 2012

El necesario Metro de Bogotá


Lo sucedido en Bogotá con el sistema de transporte Transmilenio es un síntoma de algo muy grave y reiterativo: La empresa privada no es capaz de dar respuestas al desarrollo de un país. Necesariamente debe intervenir el Estado para hacer realidad las grandes obras.

Hace doce años se tomó una decisión equivocada para resolver el problema del transporte masivo de pasajeros en una ciudad de siete millones de habitantes: se prefirió el Transmilenio al Metro. Hoy, Bogotá tiene cerca de diez millones de habitantes y la solución adoptada ha demostrado ser insuficiente.

Como sucede en nuestro país, las grandes decisiones las adoptan las familias y no los estadistas. En el año dos mil, doce familias se asociaron, entre ellas la familia Peñalosa, para preferir el Transmilenio al Metro. Los medios de comunicación en ese entonces saludaron, con un despliegue inaudito, la solución como única en el mundo; como la alternativa más económica de transporte masivo que no endeudara a la Nación como lo hizo el Metro de Medellín. Pero la razón era otra: el Transmilenio sí lo podía financiar la empresa privada; el Metro, sólo lo podía hacer el Estado y por tanto las utilidades serían únicamente del Estado. Hoy tenemos un Transmilenio que ha enriquecido a esas familias, con apoyo del Estado, sin resolver eficientemente el problema del transporte público.

Para Bogotá, y esto lo saben los bogotanos, es urgente el Metro. Un Metro que, está probado en el mundo, es el sistema de transporte masivo más eficiente; un Metro donde no se cometan los errores de Medellín; donde el Estado cree una empresa fuerte, que se enfrente a los banqueros y contratistas mundiales; donde no haya injerencia de políticos pueblerinos en los trámites técnicos; donde los entes de control coadyuven, faciliten y no entorpezcan; donde sea determinante el desarrollo de una comunidad.

Para terminar este breve comentario, digamos que el Metro debe ser estatal porque tiene muchas ventajas que benefician a los ciudadanos  considerados débiles en la escala social: el valor del pasaje es muy económico; puede conceder a los estudiantes viajar a mitad de precio y a los mayores de sesenta años viajar gratis, tal como sucede en el Metro de Caracas.

Un Transmilenio privado nunca lo hace, nunca lo hará y el Metro de Medellín, sociedad de economía mixta, tampoco. 

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