Lo
sucedido en Bogotá con el sistema de transporte Transmilenio es un síntoma de
algo muy grave y reiterativo: La empresa privada no es capaz de dar respuestas
al desarrollo de un país. Necesariamente debe intervenir el Estado para hacer
realidad las grandes obras.
Hace
doce años se tomó una decisión equivocada para resolver el problema del
transporte masivo de pasajeros en una ciudad de siete millones de habitantes:
se prefirió el Transmilenio al Metro. Hoy, Bogotá tiene cerca de diez millones
de habitantes y la solución adoptada ha demostrado ser insuficiente.
Como
sucede en nuestro país, las grandes decisiones las adoptan las familias y no
los estadistas. En el año dos mil, doce familias se asociaron, entre ellas la
familia Peñalosa, para preferir el Transmilenio al Metro. Los medios de
comunicación en ese entonces saludaron, con un despliegue inaudito, la solución
como única en el mundo; como la alternativa más económica de transporte masivo
que no endeudara a la Nación como lo hizo el Metro de Medellín. Pero la razón
era otra: el Transmilenio sí lo podía financiar la empresa privada; el Metro,
sólo lo podía hacer el Estado y por tanto las utilidades serían únicamente del
Estado. Hoy tenemos un Transmilenio que ha enriquecido a esas familias, con
apoyo del Estado, sin resolver eficientemente el problema del transporte
público.
Para
Bogotá, y esto lo saben los bogotanos, es urgente el Metro. Un Metro que, está
probado en el mundo, es el sistema de transporte masivo más eficiente; un Metro
donde no se cometan los errores de Medellín; donde el Estado cree una empresa
fuerte, que se enfrente a los banqueros y contratistas mundiales; donde no haya
injerencia de políticos pueblerinos en los trámites técnicos; donde los entes
de control coadyuven, faciliten y no entorpezcan; donde sea determinante el
desarrollo de una comunidad.
Para
terminar este breve comentario, digamos que el Metro debe ser estatal porque
tiene muchas ventajas que benefician a los ciudadanos considerados débiles en la escala social: el
valor del pasaje es muy económico; puede conceder a los estudiantes viajar a
mitad de precio y a los mayores de sesenta años viajar gratis, tal como sucede
en el Metro de Caracas.
Un
Transmilenio privado nunca lo hace, nunca lo hará y el Metro de Medellín,
sociedad de economía mixta, tampoco.
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