miércoles, 28 de marzo de 2012

La mentira como instrumento político


Desde tiempos inmemoriales, la mentira –esa contradicción entre lo real y lo dicho– es herramienta política para engañar a los pueblos.

A comienzos del siglo XX, Hitler, el dictador alemán promotor de la Segunda Guerra Mundial, la elevó a dogma político y de esa fuente han bebido todos los gobernantes europeos y americanos para hacerse al poder y ejercerlo, hasta hoy.

Hitler firmó muchos tratados de no agresión y todos los incumplió, entre ellos, el más famoso entre Alemania y la Unión Soviética, que rompió sin previo aviso, cuando lanzó sus hordas invasoras para borrar del mapa a las repúblicas socialistas.

Su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, tenía un lema: “Una mentira repetida tres veces se convierte en verdad”.

(En Colombia el señor Laureano Gómez dijo algo parecido: “Calumniad, calumniad, que de la calumnia algo queda”.)

Recientemente el señor Bush, presidente de los Estados Unidos, encaramó su mentira sobre la existencia de armas atómicas en Irak para justificar la invasión y la muerte de más de un millón de irakíes. Finalizada la agresión, no se encontraron las armas pero el señor Bush sigue siendo un ex presidente con abundantes petrodólares.

En nuestro país hemos tenido mentirosos insignes a quienes se consagró como presidentes; y digo insignes, porque a pesar de cogerlos en sus mentiras, aseguran, en el colmo del cinismo, que son persecuciones políticas. Dejemos a un lado a estos mentirosos del ayer y veamos el presente.

En Bogotá, con ese rasgo de humor negro santafereño, sus habitantes le pusieron un apodo al señor Santos, antes de ser presidente: le decían Pinocho, y no se lo han quitado. Basta ver los acontecimientos para comprobar que no hay validez entre lo que se dice y lo que se hace.

El señor Santos y su ministro aseguraron hace unos meses que los parques de reserva natural estaban exentos de explotación minera. Dos semanas atrás vimos una multitudinaria protesta en Bucaramanga por las explotaciones mineras en el páramo de Santurbán.

El señor Santos y su ministro de minas aseguraron en los medios que la energía que iba a producir el Quimbo daba seguridad al abastecimiento nacional. Hoy sabemos, por las denuncias en el propio Congreso, que sólo el 7 por ciento de esa energía es para Colombia, el resto se venderá en los mercados internacionales.   

Y la última (de una cantidad que tenemos encostaladas): El gobierno garantiza la educación gratuita. Es un simple anuncio, como todos los anuncios de este gobierno que no se cumplen. Para que la educación sea gratuita se debe dar la plata para atender el funcionamiento de los colegios, no recortando partidas, ni excluyendo colegios, ni eliminando profesores, ni restaurantes escolares, ni porteros, ni aseadores…

Ya veremos el conejo que le va a poner a la reforma a la educación superior para cumplir el TLC con Estados Unidos.

En fin, los santafereños tienen razón: a Pinocho ya no le cabe la nariz.

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