Entre el barrio Pandiguando y el Camilo Torres queda el cementerio central. Durante las épocas en que ese sector daba miedo por la oscuridad y la soledad, llegó un borrachito a media jala y a mitad de la noche, camino al barrio Chuny, y se apostó en la esquina con un terror bárbaro que le impedía seguir. Sin plata para coger un taxi, sin ninguna autoridad que lo auxiliara y con la preocupación por los espantos sueltos, aventuró unos pasos hasta la entrada al camposanto. Allí divisó a un señor recostado al portal, barbado, tranquilo, que fumaba sin ninguna preocupación y esa escena le dio el valor que necesitaba para continuar su camino. Sin embargo el beodo, curioso, en medio de la rasca que por eso les pasa lo que les pasa, le dio por preguntar al barbudo:
-¿Señor, usted va para Chuny?
-No señor-, contestó.
-¿Y esto por aquí no es peligroso?-insistió el borrachito.
-Que yo sepa, no.
-¿Y a usted no le da miedo?
-No. Pero cuando estaba vivo, sí.
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