En el confesionario, la niña recién despertada a los
riesgos del amor se confesaba:
-Acúsome, padre, que he pecado.
-¿Qué pecados has cometido, ¡oh! mi niña?
-Padre, ¡me he enamorado!
-Hija mía, eso no es pecado. Si hasta Jesús predicó el
amor entre los seres humanos.
-Padre, el problema es que me he enamorado de usted.
¿Tengo salvación?
-Eso es otra cosa, veamos: hoy tengo 25 bautizos, 15
matrimonios y 10 entierros. Bueno, por hoy te salvas, pero mañana ¡ni de fundas!
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