miércoles, 31 de octubre de 2012

Otros procesos de paz


La historia colombiana es una historia de traiciones.

Desde 1780, en plena época de la colonia española, vino el primer levantamiento conocido como la Rebelión de las Comuneros. Sus peticiones eran sencillas pero justas y según el decir de Germán Arciniegas como historiador:

“Cuando se conocen las capitulaciones que pide Berbeo a nombre de los comuneros hay un movimiento de sorpresa. Para nadie es un misterio la fuerza de los sublevados, pero difícil resulta creer lo que piden en ese escrito que constituye, además, un tremendo memorial de agravios”.

Todas las peticiones fueron aprobadas por el gobierno colonial y refrendadas en una misa celebrada por el arzobispo Antonio Caballero y Góngora para después desconocerlas. Luego vinieron las persecuciones al estilo del Santo Oficio sobre un pueblo disperso que produjo una víctima simbólica: José Antonio Galán; los otros cientos de muertos son anónimos porque no fueron dirigentes.

En 1953, bajo la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla, se ofreció Paz, Justicia y Libertad y se extendió la mano a la guerrilla para que se desmovilizara y protagonizara la vida política del país. Bastó que la insurgencia entregara las armas para que el gobierno iniciara un exterminio que alcanzó a su máximo líder, Guadalupe Salcedo, asesinado en plenas calles bogotanas; luego, Dumar Aljure, jefe guerrillero, cayó muerto por balas asesinas cuando ya era un humilde campesino desmovilizado.

En el proceso de paz, del entonces presidente de las calamidades, Belisario Betancur, en 1982, se acordó que un movimiento político reemplazara a la guerrilla en la consecución de transformaciones sociales por vías diferentes a la armada. Se creó la Unión Patriótica que una vez alcanzó amplios triunfos electorales fue exterminada en cabeza de sus figuras políticas visibles y luego de sus militantes.

Después de recorrer estos antecedentes, estamos ahora a las puertas de otro proceso de paz que sigue el mismo libreto: un gobierno que no hará concesiones en la estructura del Estado para resolver los cinco puntos pactados y sólo aceptará la rendición,  y una guerrilla que ha asimilado las enseñanzas adversas de la historia y será aún más radical y cautelosa.

Como sucedió en el Caguán.

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