miércoles, 27 de junio de 2012

Un aniversario más sin Gardel


El pasado 24 de junio de 2012 se cumplieron 77 años de muerto Carlos Gardel, el máximo cantor de Argentina. Seguramente lo recordaron los amantes de la buena música que nunca lo conocieron personalmente y quienes tuvieron esa fortuna, hoy están a punto de olvidarlo por la amnesia senil de los noventa años.

Murió Gardel, y sobrevivió su fama y el tango como expresión musical de un crisol de comunidades: la negra africana, la europea francesa e italiana y la fuerte americana. Y fue Carlos Gardel, quien se resistía a interpretar esta música, por considerarla de barriada, quien vistió de smoking al tango en Europa.

Gardel cambió su posición en 1917, cuando cantó, por primera vez, Mi noche triste, tango, cuyos versos expresan la soledad de un joven bohemio por la ausencia de su amor, hecho mujer:

¡Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida
dejándome el alma herida
y espinas en el corazón…!

¡Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido,
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar…!

Curiosamente esta canción tuvo éxito entre las mujeres, que a pesar de no entender algunos términos lunfardos, supieron descifrar la tragedia amorosa.

Gardel le puso la música y Alfredo Le Pera los versos, para componer Soledad, un tango que expresa el sentimiento de lejanía de la tierra americana y esa incertidumbre por el porvenir. Aquí, la metáfora, es la ausencia de la mujer amada:

Yo no quiero que nadie a me diga
que de tu dulce vida
vos ya me has arrancado.

Mi corazón una mentira pide
para esperar tu imposible llamado.
Yo no quiero que nadie se imagine
como es de amarga y honda mi eterna soledad.

En mi larga noche el minutero muele
la pesadilla de su lento tic tac…

Como sucede hasta con los dioses, todo llega al final. Carlos Gardel falleció en un accidente aéreo en Medellín, el 24 de junio de 1935 en lo más alto de su reconocimiento público.

Lo lloraron hasta las piedras, porque cuando muere un artista muere un ser único.

Ocho meses después, el 5 de febrero de 1936, llegaron los restos mortales del Zorzal Criollo a Buenos Aires. Treinta mil personas lo vieron bajar en ataúd cubierto de flores, sostenido por el cable de una grúa del barco Panamerican, cumpliéndose la premonición que había cantado en Golondrinas, dos años atrás:

Criollita de mi pueblo,
pebeta de mi barrio,
con las alas plegadas
también yo he de volver. 

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