miércoles, 13 de junio de 2012

Palabras de vida


Los recientes fallecimientos de personas estimadas o admiradas, nos obliga a reconocer que la vida es frágil.

La vida es un milagro, así se trate de la vida más modesta.

Para que nazca un ser humano se necesita la confluencia de infinitas coincidencias; desde el encuentro casual entre abuelo y abuela, si nos remitimos tres generaciones atrás, hasta la concepción, entre millones de óvulos y espermatozoides, de solo un par, que agitaron el amor de papá y mamá. Si ellos no se hubieran conocido, y amado, nunca hubiéramos nacido, igual si los abuelos no hubieran coincidido en lejanos tiempos.

Si la vida es un milagro, debe preservarse y conservarse; sin embargo el ser humano tiene escasa consideración por la vida, tanto la propia como la ajena. 
Hasta se atreve a creer que nunca morirá, como si el milagro de vivir excluyera la certeza de morir. La muerte la ve como una posibilidad lejana y cuando sucede en familiares y amigos se le ocurre una injusticia mayúscula o se vuelve un dolor agudo, dependiendo del amor profesado por quienes cambiaron de estado.

Porque la muerte es volver a la nada, de donde venimos.

Pregunta crucial que una jovencita inteligente se hizo: ¿Qué éramos antes de nacer? Nada. Pregunta que nos hacemos todos: ¿Qué seremos después de morir? Nada. Volveremos a nuestro estado inicial. Pero como el ser humano se niega a aceptar este designio, inventó la religión para consolarse con suposiciones de una vida después de la muerte.  

Después de la muerte volveremos a ser lo mismo que éramos antes de nacer: estado anterior sobre el que no hay teorías religiosas.

Nos queda seguir viviendo a pesar de que nuestros amigos y familiares más queridos se vayan primero. Es imposible cambiar los designios supremos, pero podemos vivir, que para nuestro caso sería disfrutar al máximo de esta aventura que no pedimos tener, y sin embargo agradecemos a nuestros padres que nos hayan escogido entre millones de posibilidades que nos privilegian frente a otros tantos que nunca nacieron.

Sí, la vida es un milagro pero también es frágil. Esta certeza debería obligarnos a conservarla y protegerla hasta el final. 

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