Sucedió
en Estados Unidos. Una niña de cuatro años, de clase media, sufrió de súbito
una elevación de su temperatura; su madre de inmediato la llevó a la clínica
más cercana. Allí fue recluida hasta que la gravedad de la dolencia obligaba a
un tratamiento especializado. Consultada la compañía de seguros, advirtió que
la niña no podía ser atendida hasta ese grado de complejidad porque su seguro
no la cubría. La niña se fue agravando. No podía ser mayor la desesperación de
la madre por la negligencia consciente de ese sistema de salud que dejaba a una
niña expuesta a la muerte. En el extremo de la angustia, la niña volvió a ser
recluida en la clínica para, finalmente, fallecer.
Otra
madre sufrió el mismo percance. Su hija de cinco años tuvo los mismos síntomas
preocupantes pero de inmediato fue atendida hasta el máximo grado de
complejidad que requería, en un excelente hospital. Esta niña se recuperó y hoy
su madre agradece a la ciencia médica tenerla viva y con buena salud.
Preguntada esta última señora sobre el procedimiento, dijo que el hospital le
había permitido acompañar a su hija y que toda la asistencia médica no le había
costado nada.
-¿En
qué país sucedió esto, señora?
-Aquí,
en Francia.
Muchos
norteamericanos de clase media, cuando son diagnosticados con enfermedades
graves, prefieren emigrar a Francia, al Canadá, al norte de Europa, para aprovechar
su sistema de salud y no quedarse en Estados Unidos expuestos a la quiebra
económica, por los tratamientos, o a la muerte. Millones de norteamericanos
carecen del seguro de salud y viven pidiendo a la providencia no enfermarse, ni
accidentarse, porque sería una muerte segura. De los ilegales ni hablar,
carecen de todos los derechos como los parias de la antigüedad.
El sistema de salud norteamericano se
fundamenta como un servicio a pagar y prevalece la utilidad económica sobre la
vida de sus asociados; el sistema francés, es el derecho a la salud que protege
el Estado, que se mantiene de los impuestos de sus mismos ciudadanos.
Sobra
decir que el sistema de salud colombiano es fiel copia del norteamericano; que
ahora, con la crisis hospitalaria, se pretende maquillar para seguir igual. El
presidente de la república, con show incluido, habló que la salud será un
derecho. Hasta donde sabemos, eso es posible con la derogatoria de la Ley 100 y
la promulgación de otra ley que consagre a la salud como derecho, algo que él
no puede hacer (y creemos que tampoco tiene la intención de hacerlo).
Los
grandes empresarios de la salud son los mismos congresistas, industriales,
grupos financieros (o sus testaferros) que dicen querer la reforma para seguir
sosteniendo sus flamantes EPSs. La muerte de muchos ciudadanos anónimos, no
será obstáculo para seguir en lo mismo. Queda el consuelo de emigrar a Francia
para los que tienen plata, o a Venezuela y Ecuador, para los que no tienen.
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