domingo, 25 de septiembre de 2011

Los imperios que mueren y los imperios que nacen


Está demostrado, a través de la historia, que todos los imperios tienen un ciclo vital como todo ser vivo.

Sucedió con el imperio romano.

Al final de su esplendor salieron los cristianos de las catacumbas, después de cuatrocientos años de confinamiento, para destruir ese imperio y establecer uno nuevo: el imperio vaticano.

Los cristianos aprovecharon las bondades de la ley romana que protegía a quienes se refugiaran en los cementerios, por considerarlos lugares sagrados, y debajo de esos cementerios construyeron albergues inmensos que hoy se conocen como catacumbas. Allí se protegieron los cristianos de la persecución de los romanos y fueron muchas las generaciones que no vieron brillar el sol.
Algo parecido tenemos en pleno siglo XXI en Nueva York. Allí, debajo de esa ciudad, hay otro tipo de sociedad que se refugia en la pobreza aprovechando los subterráneos de las inmensas alcantarillas, de las redes de acueducto y comunicaciones; incluido el Metro. Es una comunidad que no ve la luz del día; que crece al ritmo acelerado de la pobreza debajo de una sociedad opulenta.

Estados Unidos es un imperio nuevo que sólo ajusta cien años de existencia como tal y, por lo tanto, así como alcanzó su esplendor en tan breve tiempo, de igual forma será su final: rápido y doloroso. La pobreza carcome los cimientos del mayor imperio, como el gorgojo destruye el mueble más fino, hueco por dentro aunque se note indestructible por fuera. Estados Unidos utiliza su riqueza especulativa para sojuzgar a otros países sin resolver sus contradicciones internas que al final serán su tumba.

Del mayor imperio del mundo se cuentan historias que llaman a la envidia pero se refieren a su sociedad visible, de lujos y bienestar aparente, que ha fundamentado su poder en el dinero, un valor especulativo representado en papel. Cuando ese papel no sea aceptado como valor de cambio, tendremos pobres con cosas junto a pobres sin nada. Los verdaderos ricos, quienes han acumulado el oro y las piedras preciosas en bodegas inaccesibles, serán los amos de la pobreza. Amos de nada. Administrarán una legión de indigentes que, si no se destruyen entre sí, destruirán a sus amos.

Entonces, y sólo entonces, veremos la aniquilación de un imperio que se fundamentó en el valor ficticio del dinero y el nacimiento de una nueva sociedad que se asentará en el valor fundamental de la vida. Única forma de afrontar el futuro, sin guerras, sin destrucción por lo hecho, sin fronteras, sin sociedades opulentas ni pobres, sin clases ni estratos sociales. Si la vida es el principal valor, no se necesitan armas que la destruyan. Estaremos próximos a una sociedad perfecta.

La historia también ha demostrado que todo es posible para el ser humano.

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