En mis épocas de funcionario de una empresa de telecomunicaciones, no existían las facilidades para acometer, con eficacia, una labor administrativa como se tienen hoy. Apenas se insinuaban los ordenadores de escritorio que reemplazaban a las máquinas de escribir y las bases de datos que permitían hacer largas listas por orden alfabético. Casi todo el quehacer era manual.
En ese entorno, había un empleado que parecía incansable; sobre su escritorio tenía resmas de documentos y él se perdía en esas resmas, con bolígrafo y regla, al agacharse en permanente actividad. Sin embargo, y pese a calificarlo como excelente trabajador, al final de cuentas el señor no era tan eficiente como parecía. El resultado de su labor era muy pobre y los errores, reiterativos. Al establecer una necesaria analogía, el empleado aquel era como algunas dependencias gubernamentales que administran altos registros de personal, como las Secretarías de Educación Municipal y Departamental: mucho volumen de actividad para tan deprimente resultado.
A los funcionarios de rango superior se les debe exigir, en esta época de avances tecnológicos, por lo menos mediana cultura de ayudas administrativas para que la dependencia a su cargo sea eficaz en el manejo de la información.
Es inconcebible que aún se procese la llamada actualización de datos de su personal con digitadores manuales, cuando existen sistemas de información que extienden esta labor a los propios interesados. Si las secretarías tuvieran estas ayudas, que no son costosas por el resultado, cualquier empleado o profesor podría entrar a la página en la red de Internet, actualizar sus datos, soportados en documentos legales, y obtener una certificación en línea en vez de esperar cuatro o cinco meses a que se la extiendan en papel. Se ahorrarían los digitadores, la papelería, las incomodidades, y la información sería más confiable, porque al mismo interesado le conviene mantenerla actualizada.
Claro que estas observaciones ya no son aplicables para las actuales, agonizantes, administraciones departamental y municipal, sólo esperamos que las tengan en cuenta los candidatos, que tienen la posibilidad cierta de aspirar a los cargos de la administración pública. Y si los nuevos gobernantes no las aplican, es porque la corrupción está asentada, y seguirá campeando en medio del desorden administrativo.
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