Después
de zamparse una suculenta cazuela de mariscos en el puente de El Humilladero, donde las negras de
Gauapi hacían delicias marinas, el marido la dijo a su esposa, con docilidad aprendida:
-Mija,
¿ahora con qué bajamos esta cazuela?
La
señora, con autoridad indiscutida, respondió:
-¡Con
sexo, mijo!
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