La siguiente anécdota ha tenido diferentes variaciones, sin embargo, la cito como me la contaron, advirtiendo que los personajes fueron vivientes en los años cuarenta del siglo veinte, en esta villa de Colombia.
Por una vez en la vida, Hernando López Narváez se levantó de madrugada a oír la misa dominical en la Catedral de Popayán. Doña Belarmina, su madre, había madrugado más y lo sorprendió con un pocillo y una recomendación:
-Mijo, tómese un tinto para no salir en ayunas-.
Hernando, católico aplicado, rechazó el ofrecimiento con una razón contundente:
-Mamá, mejor no lo tomo porque temo desvelarme en el sermón-.
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